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en ella ha sido lo menos,
porque pudiera ser fea
en fe de su entendimiento.
DIEGO: Y en fin, ¿mujer tan discreta
servís para casamiento?
LUIS: Por conveniencia y amor
la sirvo y la galanteo,
para cuyo efecto ya
han de tratarlo mis deudos.
DIEGO: Pues no sé si lo acertáis.
LUIS: ¿Por qué no, si en ella veo
virtud, hacienda y nobleza,
gran beldad y gran ingenio?
DIEGO: Porque el ingenio la sobra;
que yo no quisiera, es cierto,
que supiera más que yo
mi mujer, sino antes menos.
LUIS: Pues ¿cuándo el saber es malo?
DIEGO: Cuando fue el saber sin tiempo.
Sepa una mujer hilar,
coser y echar un remiendo,
que no ha menester saber
gramática, ni hacer versos.
LUIS: No es ejercicio culpable
donde es tan noble el exceso
que no tiene inconveniente.
DIEGO: Ni yo que le tenga pienso,
pues antes sé lo contrario
del rigor y del desprecio
con que os trata.
LUIS: Ese desdén
adoro. La vuelta demos
a la calle; no otra vez
pasen esos caballeros
que ya miro con cuidado.
DIEGO: Vamos, pues.
LUIS: ¡Hermoso centro
de la ingratitud que adoro!
Presto a tus umbrales vuelvo,
porque el galán que en la calle
de su dama a todos tiempos
no vive, violento vive,
bien como vive violento
el pez fuera de las ondas,
el ave fuera del viento,
fuera de la tierra el bruto,
el rayo fuera del fuego,
la flor fuera de la rama,
la voz, fuera del aliento,
fuera del alma la vida,
y el alma fuera del cielo.
Vanse, y salen LEONOR e INÉS, criada
LEONOR: ¿Está mi hermana vestida?
INÉS: Tocándose ahora quedó,
y por no pudrirme yo
de ver cuán desvanecida
pide uno y otro consejo,
a su espejo la dejé.
LEONOR: ¡Qué necio con ella fue,