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LEONOR: Aqueso no,
que tener no puedo yo
hermana libidinosa.
Vase LEONOR
BEATRIZ: ¿Quién tales extremos vio?
¿Quién vio tales sentimientos?
¿Quién vio tales fingimientos
de un instante a otro?
PEDRO: Yo.
Yo los vi, Beatriz, y no
en vano el cuidado ha sido
que con las dos he tenido.
[................
.................
................. -ido].
BEATRIZ: Señor, ¿tú estabas aquí?
PEDRO: Sí, sí, Beatriz, aquí estaba.
BEATRIZ: ¿Oíste a Leonor lo que hablaba?
PEDRO: Lo que hablaba a Leonor oí.
BEATRIZ: Luego, ¿ya estarás de mí
desengañado?
PEDRO: Sí estoy,
pues he llegado a ver hoy
que una hermana menor pueda
reñirte.
BEATRIZ: ¡Que tal suceda!
Infausta y crinita soy.
PEDRO: ¿Qué crinita, ni qué "infasta"?
BEATRIZ: Señor...
PEDRO: Beatriz, bueno está;
basta lo afectado ya,
lo enfadoso, Beatriz, basta;
que es lo que más te contrasta
para que vencida quede
tu opinión. Bien verse puede,
si a hablar así te acomodas,
que quien no habla como todas,
como todas no procede.
Yo sé que el cuidado ha sido
y el papel de un caballero
bachiller y chocarrero,
leve y mal entretenido,
y que le quieres he oído
cuando Leonor te reñía.
Culpa ha sido tuya y mía,
mas remediarélo yo;
aquí el estudio acabó,
aquí dio fin la poesía.
Libro en casa no ha de haber
de latín, que yo no alcance;
unas Horas de romance
le bastan a una mujer.
Bordar, labrar y coser
sepa sólo; deje al hombre
el estudio, y no te asombre
esto; que te he de matar
si algo te escucho nombrar
que no sea por su nombre.
BEATRIZ: Subordinada al respeto,
girasol de tu semblante,
en estilo relevante
no frasificar prometo.
Deja, empero, a tu conceto
desvanecer la apariencia
que el engaño hizo evidencia,
que hizo caso la malicia,
queriendo con su injusticia