La aventura de lose seis Napoleones (Arthur Conan Doyle) Libros Clásicos

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-Me rindo -dijo Lestrade.
Holmes señaló la farola situada sobre nuestras cabezas.
-Aquí podía ver lo que hacía, pero allí no. Esa fue la razón.
-¡Por Júpiter, es verdad! -exclamó el inspector-. Ahora que lo pienso, el busto del doctor Barnicot lo rompieron cerca de una lámpara roja. Y bien, señor Holmes, ¿qué vamos a hacer con este dato?
-Recordarlo. Tenerlo en cuenta. Puede que más adelante demos con algo que encaje con él. ¿Qué medidas se propone tomar ahora, Lestrade?
-En mi opinión, la manera más práctica de abordar el asunto es identificar al muerto. No creo que nos resulte muy difícil. Cuando hayamos averiguado quién era y con quién se relacio­naba, dispondremos de un buen punto de partida para averiguar qué estaba haciendo anoche en Pitt Street y quién se tropezó con él y lo mató a la puerta de la casa del señor Horace Harker. ¿No lo cree usted así?
-Sin duda alguna. Sin embargo, no es así, ni mucho menos, como yo abordaría el caso.
-¿Y qué es lo que haría usted?
-Oh, no deje usted que yo le influya en modo alguno. Propongo que usted actúe a su manera y yo a la mía. Más adelante podemos comparar notas, y los datos de cada uno complementarán los del otro.
-Muy bien -dijo Lestrade.
-Si vuelve usted a Pitt Street v ve al señor Horace Harker dígale de mi parte que va he sacado una conclusión y que no cabe duda de que anoche entró en su casa un peligroso maníaco homicida que se cree Napoleón. Eso le vendrá bien para su artículo.
Lestrade se le quedó mirando fijamente.
-¿No dirá en serio que se cree eso?
Holmes sonrió
-¿Que no? Bueno, tal vez no. Pero estoy seguro de que interesará al señor Harker y a los suscriptores del Sindicato Central de Prensa. Y ahora, Watson, creo que tenemos por delante una jornada larga y bastante complicada. Me gustaría mucho, Lestrade, que pudiera usted pasarse por Baker Street a hacernos una visita a las seis de esta tarde. Hasta entonces, me gustaría conservar esta fotografía encontrada en el bolsillo de la víctima. Es posible que tenga que solicitar su compañía y su ayuda para una pequeña expedición que, si mi cadena de razonamientos resulta ser correcta, tendremos que emprender esta noche. Hasta entonces, adiós y buena suerte.

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