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Sherlock Holmes había escuchado con el mayor interés el relato del afligido director de escuela. Sus cejas fruncidas y el profundo surco que había entre ellas demostraban que no era preciso insistirle para que concentrase toda su atención en un problema que, aparte de las enormes sumas que en él se barajaban, tenía forzosamente que atraerle, dada su afición a lo enigmático y lo extraño. Sacó su cuaderno de notas y garabateó en él algunas anotaciones.
-Ha sido una torpeza por su parte no acudir a mí antes -dijo en tono severo-. Me obliga a iniciar mi investigación con una grave desventaja. Es impensable, por ejemplo, que esa hiedra y ese césped no le revelaran nada a un observador experto.
-No ha sido culpa mía, señor Holmes. Su excelencia estaba empeñado en evitar a toda costa un escándalo público. Le asustaba que sus desgracias familiares quedaran expuestas a la vista de todos. Siente horror por ese tipo de cosas.
-¿Pero se ha realizado alguna investigación oficial?
-Sí, señor, pero sin ningún resultado. Al principio pareció que se había encontrado una pista, ya que alguien declaró haber visto a un hombre joven y un niño saliendo de una estación cercana en uno de los primeros trenes. Pero anoche supimos que se había seguido la pista de la pareja hasta Liverpool, y se ha comprobado que no tienen nada que ver con el asunto. Entonces fue cuando, desesperado, defraudado y tras una noche sin dormir, decidí tomar el primer tren y venir directamente a verle.
-Supongo que la investigación sobre el terreno aflojaría mientras se seguía esa pista falsa.
-Se interrumpió por completo.
-Con lo cual se han perdido tres días. No se podía haber manejado peor el asunto.
-Eso me parece a mí, lo reconozco.
-Sin embargo, debería poderse resolver el problema. Tendré mucho gusto en echarle un vistazo. ¿Ha descubierto usted alguna conexión entre el chico perdido y este profesor alemán?
-Absolutamente ninguna.
-¿Ni siquiera estaba en su clase?
-No; por lo que yo sé, jamás intercambiaron una palabra. -Desd
luego, esto es muy curioso. ¿Tenía bicicleta el chico? -No
-¿Se ha echado en falta alguna otra bicicleta? -No.
-¿Está usted seguro? -Completamente.
-Vamos a ver: ¿no pensará usted en serio que este alemán se marchó en bicicleta en plena noche con el chico en brazos?
-Claro que no.