La aventura del colegio Priory (Arthur Conan Doyle) Libros Clásicos

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Sabía muy bien que yo, por iniciativa propia, jamás recurriría a la policía contra él. He dicho que pensaba proponerme este trato, pero en realidad no llegó a hacerlo, porque todo ocurrió demasiado deprisa para él y no tuvo tiempo de poner en práctica sus planes.
Lo que dio al traste con toda su malvada maquinación fue que usted descubriera el cadáver de ese Heidegger. La noticia dejó a James horrorizado. La recibimos ayer, estando los dos en este despacho. El doctor Huxtable envió un telegrama. James quedó tan abrumado por el dolor y la angustia, que las sospechas que yo no había podido evitar sentir se convirtieron al instante en certeza, y lo acusé del crimen. Hizo una confesión completa y voluntaria, y a continuación me suplicó que mantuviera su secreto durante tres días más, para darle a su miserable cómplice una oportunidad de salvar su criminal vida. Accedí a sus súplicas, como siempre he accedido, y al instante James salió disparado hacia "El Gallo de Pelea" para avisar a Hayes y proporcionarle medios de huida. Yo no podía presentarme allí a la luz del día sin provocar comentarios, pero en cuanto se hizo de noche acudí corriendo a ver a mi querido Arthur. Lo encontré sano y salvo, pero aterrado hasta lo indecible por el espan­toso crimen que había presenciado. Ateniéndome a mi promesa, y de muy mala gana, consentí en dejarlo allí tres días, al cuidado de la señora Hayes, ya que, evidentemente, era imposible informar a la policía de su paradero sin decirles también quién era el asesino, y yo no veía la manera de castigar al criminal sin que ello acarreara la ruina a mi desdichado James. Me pidió usted sinceridad, señor Holmes, y le he cogido la palabra. Ya se lo he contado todo, sin circunloquios ni ocultaciones. A su vez, sea usted igual de sincero conmigo.
-Lo seré -dijo Holmes-. En primer lugar, excelencia, tengo que decirle que se ha colocado usted en una posición muy grave a los ojos de la ley. Ha ocultado un delito y ha colaborado en la huida de un asesino. Porque no me cabe duda de que si James Wilder llevó algún dinero para ayudar a la fuga de su cómplice, este dinero salió de la cartera de su excelencia.
El duque asintió con la cabeza.
-Se trata de un asunto verdaderamente grave.

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