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Holmes se echó a reír al oír esta sugerencia.
-Mi querido Watson -dijo-, no puedo estar de acuerdo con aquellos que sitúan la modestia entre las virtudes. Para el lógico, todas las cosas deberían ser vistas exactamente como son, y subestimarse es algo tan alejado de la verdad como exagerar las propias facultades. Por consiguiente, cuando digo que Mycroft posee unos poderes de observación mejores que los míos, puede tener la seguridad de que estoy diciendo la verdad exacta y literal.
-¿Es más joven que usted?
-Es siete años mayor que yo.
-¿Y cómo se explica que no se le conozca?
-Oh, en su círculo es muy bien conocido.
-¿Dónde, pues?
-En el Diogenes Club, por ejemplo.
Nunca había oído hablar de esta institución, y mi cara así debió proclamarlo, pues Sherlock Holmes sacó su reloj.
-El Diogenes Club es el club más peculiar de Londres, y Mycroft uno de sus socios más peculiares. Siempre se le encuentra allí desde las cinco menos cuarto a las ocho menos veinte. Ahora son las seis, de modo que, si le apetece dar un paseo en esta hermosa tarde, será para mí una verdadera satisfacción presentarle dos curiosidades.
Cinco minutos después nos encontrábamos en la calle, camino de Regent Circus.
-Se preguntará usted -dijo mi compañero- cómo es que Mycroft no utiliza sus facultades para una labor detectivesca. Es incapaz de ello.
-Pero yo creía que había dicho...
-He dicho que es superior a mí en observación y deducción. Si el arte del detective comenzara y terminara en el razonamiento desde una butaca, mi hermano sería el mayor criminólogo que jamás haya existido. Pero no tiene ambición ni energía. Ni siquiera se desvía de su camino para verificar sus soluciones, y preferiría que se le considerase equivocado antes que tomarse la molestia de probar que estaba en lo cierto. Repetidas veces le he presentado un problema y he recibido una explicación que después ha demostrado ser la correcta. Y sin embargo, es totalmente incapaz de elaborar los puntos prácticos que deben dilucidarse antes de poder presentar un caso ante un juez o un jurado.
-¿No es su profesión, pues?
-En modo alguno. Lo que para mí es un medio que me permite ganarme la vida, es para él la simple afición de un dilettante. Tiene una facilidad extraordinaria para los números y revisa los libros en algunos departamentos gubernamentales.