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Fue una sencilla historia la que nos contó, y sus palabras no hicieron sino confirmar nuestras propias deducciones. Al entrar en sus habitaciones, aquel visitante se había sacado de la manga una cachiporra flexible, y tanto le impresionó el temor a una muerte instantánea e inevitable, que Melas se dejó secuestrar por segunda vez. De hecho, era casi hipnótico el efecto que el rufián de las risitas produjo en el infortunado lingüista, pues éste no podía hablar de él sin mostrar unas manos temblorosas y una gran palidez en el semblante. Había sido conducido rápidamente a Beckenham, actuando como intérprete en una segunda entrevista, todavía más dramática que la primera, en la que los dos ingleses amenazaron a su prisionero con la muerte instantánea si no accedía a sus exigencias. Finalmente, al comprobar que no se dejaba doblegar por sus amenazas, lo devolvieron a su prisión y tras reprocharle su traición, delatada por el anuncio en los periódicos, lo atontaron, asestándole un bastonazo. Luego, ya no recordaba nada más hasta vernos a nosotros inclinados sobre él.
Y tal fue el caso singular del intérprete griego, cuya explicación todavía sigue envuelta en algún misterio. Al ponernos en contacto con el caballero que contestó al anuncio, pudimos averiguar que aquella infortunada joven procedía de una opulenta familia griega y que había estado visitando a unos amigos en Inglaterra. Durante su estancia, conoció a un joven llamado Harold Latimer, que adquirió gran influencia sobre ella y que finalmente la persuadió para que se escapara con él. Sus amigos, escandalizados por este hecho, se limitaron a informar a su hermano en Atenas y, a continuación, se lavaron las manos en este asunto.
El hermano, al llegar a Inglaterra, cometió la imprudencia de caer bajo la influencia de Latimer y del asociado de éste, un hombre llamado Wilson Kemp, que tenía los peores antecedentes. Estos dos, al descubrir que, a causa de su desconocimiento del idioma, el hermano se hallaba impotente en su poder, lo mantuvieron cautivo y se esforzaron, a través de la crueldad y el hambre, en obligarle a Firmar la cesión de sus propiedades y las de su hermana. Lo tenían prisionero en la casa sin que la joven lo supiera y el esparadrapo en su cara tenía como finalidad dificultar su identificación en el caso de que ella pudiera verlo en algún momento. No obstante, su percepción femenina vio inmediatamente a través del disfraz cuando, en ocasión de la primera visita del intérprete, se encontró ante su hermano por primera vez.