El Jorobado (Arthur Conan Doyle) Libros Clásicos

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-Veo que en estos momentos está muy ocupado profesionalmente -comentó, dirigiéndome una mirada penetrante.
-Si, he tenido un día atareado -contesté-. Tal vez a usted le parezca una necedad -añadí-, pero de hecho no sé cómo lo ha podido deducir.
Holmes se rió para sus adentros.
-Tengo la ventaja de conocer sus costumbres, mi querido Watson -dijo-. Cuando su ronda es breve va usted a pie, y cuando es larga toma un coche de alquiler. Ya que percibo que sus botas, aunque usadas, nada tienen de sucias, no me cabe duda de que últimamente su trabajo ha justificado tomar el coche.
-¡Excelente! -exclamé.
-Elemental, querido Watson -dijo él-. Es uno de aquellos casos en los que quien razona puede producir un efecto que le parece notable a su interlocutor, porque a éste se le ha escapado el pequeño detalle que es la base de la deducción. Lo mismo cabe decir, mi buen amigo, sobre el efecto de algunos de esos pequeños relatos suyos, que es totalmente el de un espejismo, puesto que depende del hecho de que usted retiene entre sus manos ciertos factores del problema que nunca le son impartidos al lector. Ahora bien, en este momento me encuentro en la misma situación de estos lectores, pues tengo en esta mano varios cabos de uno de los casos más extraños que nunca hayan llenado de perplejidad el cerebro de un hombre y sin embargo me faltan uno o dos que son necesarios para completar mi teoría. ¡Pero los tendré, Watson, los tendré!.
Sus ojos centellearon y un leve rubor se extendió por sus flacas mejillas. Por un instante, se alzó el velo ante su naturaleza viva y entusiasta, pero sólo por un instante. Cuando le miré de nuevo, su cara había adoptado otra vez aquella impasibilidad de indio piel roja que había movido a tantos a mirarle como una máquina y no como un hombre.
El problema presenta rasgos interesantes -dijo-, puedo decir que incluso características excepcionales muy interesantes. Ya he examinado el asunto y he llegado, según creo, cerca de la solución. Si pudiera usted acompañarme en esta última etapa, me prestaría un servicio más que considerable.
-Me encantaría.
-¿Podría ir mañana a Aldershot?.
-No dudo de que Jackson me sustituirá en mi consulta.
-Muy bien. Deseo salir de Waterloo en el tren de las once diez.

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