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Y contra esto no representaba una objeción fatal el hecho de tener la herida en la parte posterior de la cabeza, ya que pudo haberse vuelto para evitar el golpe. No era posible obtener información alguna de la señora, ya que ésta se mostraba temporalmente desequilibrada a consecuencia de un agudo ataque de fiebre cerebral. Supe por la policía que la señorita Mornison, que, como recordará, salió aquella noche con la señora Barclay, negaba tener la menor idea acerca de lo que había causado el malhumor de su compañera al volver.
Una vez reunidos estos hechos, Watson, fumé varias pipas mientras meditaba sobre ellos, tratando de separar los que eran cruciales de otros que eran meramente incidentales. No cabía la menor duda de que el punto más distintivo y sugestivo en el caso era la desaparición de la llave de la puerta. Un registro a fondo no había permitido encontrarla en la habitación y por consiguiente, habían de habérsela llevado. Pero ni el coronel ni la esposa del coronel pudieron apoderarse de ella. Esto quedaba bien claro. Por consiguiente, tenía que haber entrado en la habitación una tercera persona. Y esta tercera persona sólo pudo haber entrado por la ventana. Me pareció que un examen cuidadoso de la habitación y del césped podían revelar alguna traza del misterioso individuo. Usted ya conoce mis métodos, Watson y no hubo ni uno solo de ellos que yo dejara de aplicar en mi búsqueda. Y ésta concluyó al encontrar yo trazas, pero muy diferentes de las que había esperado. Había habido un hombre en la sala y este hombre había cruzado el césped, procedente de la carretera. Me fue posible obtener cinco impresiones muy claras de las huellas de sus pies: una en la misma carretera, en el punto donde había escalado el muro bajo, dos en el césped y otras dos, muy débiles, en las tablas enceradas cercanas a la ventana por la que entró. Al parecer, había corrido por el césped, pues las huellas del dedo gordo eran mucho más profundas que las de los talones.
Pero no fue el hombre el que me sorprendió, sino su acompañante.-¿Su acompañante? Holmes extrajo de su bolsillo una hoja grande de papel plegada y la desdobló cuidadosamente sobre su rodilla.-¿Qué me dice de ésto? -preguntó. El papel estaba cubierto por dibujos de huellas de patas de un animal pequeño. Tenía cinco almohadillas bien marcadas y una indicación de uñas largas, y toda la huella mostraba más o menos el tamaño de una cucharilla de postre.