La aventura del cliente ilustre (Arthur Conan Doyle) Libros Clásicos

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» «Eso es lo que me consta. Voy a ponérselo de manera que lo entienda, porque las cartas que yo tengo en la mano son tan fuertes, que puedo permitirme el lujo de enseñarlas.
He tenido la buena fortuna de ganarme por completo el cariño de esa dama. Me lo ha entregado a pesar de que yo le relaté sin ambages todos los desdichados incidentes de mi vida pasada. También le aseguré que existían ciertas personas malas y enredadoras.... espero que usted se dará por aludido, que se acercarían a ella a contarle todas esas cosas, y le advertí de qué forma debía tratarlas. ¿Ha oído usted hablar, mister Holmes, de la sugestión poshipnótica? Pues bien: va usted a ver sus fenómenos en la práctica, porque un hombre que tenga personalidad es capaz de emplear el hipnotismo sin nada de pases ni otra clase de comedias. De otro modo, pues, que ella le espera a usted: no me cabe la menor duda de que le otorgará una cita, porque se presta con amabilidad a los deseos de su padre; con excepción únicamente de nuestro pequeño asunto.» Pues bien, Watson: no creí que tuviese nada más que agregar, y me despedí con toda la fría dignidad que fui capaz de reunir; él me detuvo diciéndome: «A propósito, mister Holmes, ¿conocía usted a Le Brun, agente de policía francés?» «Sí», le contesté. ¿Sabe lo que le ocurrió?» «Oí decir que unos apaches le apalearon en el distrito de Mont-martre y le dejaron inválido para toda su vida.» «Muy cierto, míster Holmes. Da la curiosa coincidencia de que sólo una semana antes de ese hecho, el tal Le Brun había estado realizando investigaciones acerca de asuntos míos. No haga usted lo mismo, míster Holmes; es cosa que no trae buena suerte. Son varios los que ya lo han comprobado. Lo último que le digo es esto: siga su propio camino y déjeme a mí seguir el
mío, Adiós. » Ahí tiene usted, Watson; ya está usted al día de todo.
-Parece un individuo peligroso.
-Peligrosísimo. A mí no me impresionan los fanfarrones, pero este hombre pertenece a la categoría de los que se quedan en sus palabras por debajo de sus propósitos.
-¿Y es forzoso que usted intervenga? ¿Es de verdadera importancia que ese hombre no se case con la muchacha?
-Yo diría que tiene mucha importancia, pensando en que, sin género alguno de duda, asesinó a su última mujer.

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