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Pertenecen, sin duda alguna, a la cofradía de criminales que tantas veces ha tenido que lamentar la actividad y la destreza desplegadas por el agredido.»
No haré falta decir que casi sin acabar de leer la noticia salté a un hansom y me lancé camino de la calle Baker. Encontré en el vestíbulo al célebre cirujano sir Leslie Oakshott, cuyo coche brougham esperaba junto al bordillo de la apera.
-No existe peligro inmediato -fue el informe suyo- Dos heridas con desgarro en el cuero cabelludo y varios magullamientos importantes. Ha sido preciso darle varios puntos de sutura. Le ha sido inyectada al morfina y es esencial la tranquilidad, aunque no esté prohibida radica mente una entrevista de algunos minutos.
Con tal autorización me metí calladamente en el cuarto, que estaba medio a oscuras. El paciente estaba completamente despierto, y oí que me llamaba con un áspero cuchicheo. La cortinilla estaba bajada una cuarta parte de la altura de la ventana, dejando pasar de soslayo un rayo de sol que iba a proyectarse sobre la vendada cabeza del herido. La blanca compresa de hilo se había empapado de sangre y mostraba un manchón purpúreo.
Me senté junto a la cama e incliné mi cabeza.
-Perfectamente, Watson. No ponga esa cara de asustado -murmuró con voz débil-.
La cosa no está tan mal como parece.
-¡Gracias sean dadas a Dios!
-Yo entiendo algo de la lucha con bastón, corno usted sabe, y la mayoría de los bastonazos los recibí con mis brazos en posición de guardia. Con el que no pude es con el segundo enemigo.
-¿Qué puedo hacer, Holmes? No cabe duda de que fueron enviados por ese maldito individuo. Iré y lo despellejaré a latigazos si usted me lo ordena.
-¡Bueno y querido Watson! No, sobre eso nada podemos hacer mientras la policía no les eche el guante a esos hombres. Tenían bien preparada la retirada. De eso podemos estar bien seguros. Espere un poco. Tengo trazados mis planes. Lo primero que es preciso hacer es exagerar mis heridas. Vendrán a pedirle noticias. Exagere de firme, Watson. Será mucha suerte si yo llego hasta el fin de la semana, rotura de cráneo, delirio, lo que guste. Nunca exagerará demasiado.
-Pero ¿y sir Leslie Oakshott?
-No dirá nada. Se fijará en lo peor de mi estado. Ya me cuidaré yo de ello.