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Pero esto de ahora constituye una auténtica crisis. Jamás vi tan alterado al primer ministro. En cuanto al Almirantazgo, allí hay un bordoneo como de colmena a la que se ha vuelto al revés. ¿Has leído lo referente al caso?
-Acabamos de leerlo. ¿Qué documentos técnicos eran esos?
-¡Ahí está la cuestión! Por suerte, no se ha hecho pública la cosa. De haber sido, los periódicos habrían venido furiosos. Los documentos que este desdichado joven llevaba en su bolsillo eran los del submarino Bruce-Partington.
Mycroft Holmes hablaba con una solemnidad que daba a entender hasta que punto le parecía importante el tema. Su hermano y yo estábamos llenos de expectación.
-Con seguridad estarás enterado. Yo pensé que no habría nadie que no hubiese oído de este asunto.
-Para mí es solamente un apellido.
-Es imposible exagerar la importancia que tiene. De todos los secretos del Gobierno, el de este submarino era el más cautelosamente guardado. Puedes creerme si te digo que dentro del radio de acción de un submarino Bruce-Partington se hace imposible toda operación de guerra naval. Hará dos años se coló de rondón en los presupuestos una suma importante que se invirtió en comparar el monopolio de ese invento. Se ha realizado toda clase de esfuerzos para conservar el secreto. Los planos, que son extraordinariamente complicados, abarcan unas treinta patentes separadas, cada una de las cuales es esencial para el funcionamiento del conjunto. Esos planos se guardaban en una caja fuerte muy ingeniosa que está dentro de unas oficinas confidenciales anexas al arsenal y que tienen puertas y ventanas a prueba de ladrones. Bajo ningún concepto y en ninguna circunstancia podían ser sacados los planos de aquellas oficinas. Si el jefe de construcciones de la Marina deseaba consultarlos, tenía que ir con ese objeto a las oficinas de Woolwich. Pues bien: nos encontramos ahora con esos planos en los bolsillos de un empleadillo que aparece muerto en el corazón de Londres. Desde un punto de vista gubernamental, ese hecho es sencillamente espantoso.
-Pero ¿no los habéis recuperado?
-No, Sherlock, no; ahí está el apuro. No los hemos recuperado. Se sustrajeron de Woolwich diez planos. En los bolsillos de Cadogan West fueron encontrados siete. Los tres más esenciales han desaparecido: fueron robados, se esfumaron. Sherlock, es preciso que dejes todo cuanto tengas entre manos. Despreocúpate de esos acertijos insignificantes y propios de tribunales de Policía.