Los planos de Bruce-Partington (Arthur Conan Doyle) Libros Clásicos

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-¿Quién era la otra persona que disponía de una llave?

-El empleado mayor y dibujante mister Sydney Jonson. Es hombre de cuarenta años, casado, con cinco hijos, callado y huraño, pero, en conjunto, tiene una hoja excelente de servicios al Estado. Goza de pocas simpatías entre sus colegas, pero es un trabajador infatigable. Según lo que él mismo cuenta, y que está corroborado por las afirmaciones de su esposa, permaneció sin salir de su casa durante toda la tarde del lunes, después de las horas de oficina, y su llave no abandonó ni un solo instante la cadena del reloj de la que cuelga.

-Háblame ahora de Cadogan West.

-Lleva diez años en el servicio del Gobierno, y ha trabajado bien. Tiene fama de ser hombre arrebatado e impetuoso, pero recto y honrado. Nada podemos decir en contra suya. Él ocupaba en las oficinas el lugar siguiente a Sydney Jonson. Sus obligaciones le ponían en contacto diario y personal con los planos. Nadie más podía manejarlos.

-¿Quién guardó aquella noche los planos en la caja fuerte?

-Mister Sydney Jonson, primer oficial.

-Entonces, es cosa completamente clara quien se los llevó, ya que fueron encontrados sobre el cuerpo del segundo empleado, Cadogan West. La cosa parece definitiva, ¿no es así?

-En efecto, Sherlock; sin embargo, quedan sin explicar muchas cosas. En primer lugar, ¿por qué se los llevó?

-Me imagino que su valor será muy grande, ¿no es cierto?

-Le habrían pagado sin dificultad por ellos varios miles de libras.

-¿Puedes apuntarme alguna razón posible que explique el que llevase los planos a Londres, como no fuere para venderlos?

-No, no puedo.

-Pues entonces, es preciso que aceptemos lo que digo como hipótesis de trabajo. El joven West se llevó los planos. Ahora bien: eso sólo pudo realizarlo si él disponía de una llave falsa.

-De varias llaves falsas, puesto que tenia que abrir las puertas del edificio y las de la habitación.

-Disponía, pues, de varias llaves falsas. Se llevó los planos a Londres para vender el secreto, sin duda, con el propósito de devolverlos a la caja fuerte por la mañana siguiente antes que nadie los echase en falta. Mientras se hallaba en Londres entregando a esa empresa traidora encontró la muerte.

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