El problema final (Arthur Conan Doyle) Libros Clásicos

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Sería para mí un gran placer, pues, si pudiera usted acompañarme al continente.

-Mi clientela me está dando poco trabajo estos días -dije-. Y además tengo un colega en el vecindario que me sustituiría de buen grado. Me encantaría ir.

-¿Y salir mañana por la mañana?

-Si fuera necesario.

-¡Oh, sí, es de lo más necesario! Entonces éstas son sus instrucciones y le ruego, miquerido Watson, que las cumpla al pie de la letra, porque desde este momento es usted mi pareja en una partida de dobles en la que usted y yo nos enfrentamos contra el más inteligente de los granujas y el sindicato del crimen más poderoso de Europa. Ahora escuche. Enviará usted por un recadero de confianza el equipaje que tengo intención de llevar, sin dirección, a la estación Victoria esta noche. Mañana por la mañana enviará a buscar un simón pidiéndole a la persona que vaya que no coja ni el primero ni el segundo que le salgan al encuentro. Se montará en ese simón y se dirigirá a la Lowther Arcade, en donde ésta da al Strand, dándole la dirección escrita al cochero y pidiéndole que no la tire. Tenga preparado el importe, y en el momento en que se detenga el carruaje precipítese en la Arcade y atraviésela, calculando el tiempo que va a llevarle, para estar en el otro lado a las nueve y cuarto. Encontrará una pequeña berlina esperándole pegada al bordillo y conducida por un tipo vestido con un pesado abrigo negro con el cuello ribeteado de rojo. Se subirá en ésta y llegará a la estación Victoria a tiempo de coger el Continental Express.

-¿Dónde me encontraré con usted?

-En la estación. El segundo compartimiento de primera clase empezando por la cabeza del tren está reservado para nosotros.

-¿El compartimiento es nuestro lugar de cita?

-Sí.

En vano le pedí a Holmes que se quedara a pasar la noche. Era evidente que pensaba que podría causar problemas en el techo bajo el que se hallaba, y éste era el motivo que le obligaba a partir. Con algunas precipitadas palabras respecto a nuestros planes para el día siguiente se levantó y salió conmigo al jardín, escalando el muro que da a Mortimer Street; inmediatamente después le oí llamar a un taxi y alejarse en él.

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