El problema final (Arthur Conan Doyle) Libros Clásicos

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A unas yardas del final el suelo era un amasijo de barro totalmente surcado de pisadas, y las zarzas y los helechos del borde del abismo estaban todos arrancados y aplastados. Me tumbé boca abajo y ahora no podía ver sino el brillo de la humedad aquí y allí en la negras paredes y allá abajo en las profundidades del abismo el brillo de aguas tumultuosas. Grité, pero sólo me respondió el grito casi humano de la catarata.
Pero el destino había previsto que, después de todo, tuviera una última palabra de agradecimiento de mi amigo y compañero. Ya he dicho que su bastón de paseo estaba apoyado en la roca que sobresalía del sendero. Vi algo que brillaba encima de ésta y, levantando la mano, descubrí que el brillo procedía de la pitillera de plata que solía llevar consigo. Al cogerla cayó al suelo un cuadrado de papel sobre el que ésta había sido depositada. Lo desplegué y vi que consistía en tres páginas arrancadas de su libro de notas y que estaban dirigidas a mí. Como correspondían a su carácter, la dirección era tan precisa y la escritura tan firme y clara como si las hubiera escrito cómodamente sentado en su estudio.
«Mi querido Watson -decía-, le escribo estas líneas gracias a la cortesía del señor Moriarty, que me ha dejado elegir el momento para discutir por última vez cuestiones que se interponen entre nosotros. Me ha hecho un breve resumen de los métodos que ha seguido para esquivar a la policía inglesa y mantenerse al tanto de nuestros movimientos. Estos confirman la ya muy alta opinión que me había formado de sus habilidades. Estoy contento de saber que podré librar a la sociedad de los efectos de su presencia, aunque me temo que sea a un precio que supondrá un gran dolor para mis amigos y en especial, mi querido Watson, para usted. No obstante, ya le he explicado que mi carrera había llegado, en cualquier caso, a su momento crítico, y ninguna otra solución posible sería tan de mi agrado como ésta. De hecho, si puedo serle totalmente sincero, estaba casi seguro de que la carta procedente de Meiringen era una treta y permití que se fuera con la convicción de que sería algo así lo que sucedería a continuación. Dígale al inspector Patterson que los documentos que necesita para declarar culpable a la banda están en el casillero «M», guardados en un sobre azul en el que está escrito «Moriarty».

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