Página 12 de 107
-Esperaba que dijera eso. Muy bien, nos veremos aquí a las seis. Por favor, déjeme los papeles. Puede que tenga que echarles otro vistazo. Son sólo las tres y media. Au revoir, pues.
-Au revoir-replicó nuestra visitante, y tras dirigirnos a cada uno una mirada animada y amable, se guardó la caja de las perlas y se retiró presurosa.
Me asomé a la ventana y la vi caminando calle abajo a buen paso, hasta que el turbante gris y la pluma blanca quedaron reducidos a una manchita entre la sombría multitud.
-¡Qué mujer tan atractiva! -exclamé, volviéndome hacia mi compañero.
Éste había vuelto a encender su pipa y estaba recostado con los párpados entornados.
-¿Ah, sí? -dijo con languidez-. No me he fijado.
-Desde luego, es usted un autómata, una máquina de calcular -exclamé– –. A veces, tiene usted cosas decididamente inhumanas.
Holmes sonrió amablemente.
-Es de la máxima importancia -dijo- no permitir que las cualidades personales influyan en nuestra capacidad de juicio. Para mí, un cliente es una mera unidad, un factor del problema. Las cuestiones emocionales son enemigas del razonamiento claro. Le aseguro que la mujer más fascinante que jamás he conocido fue ahorcada por haber envenenado a tres niños para cobrar un seguro, y que el hombre más repelente que conozco es un filántropo que lleva gastado casi un cuarto de millón en ayudar a los pobres de Londres.
-Sin embargo, en este caso...
-Jamás hago excepciones. Una excepción rebate la regla. ¿Ha estudiado alguna vez el carácter a partir de la escritura? ¿Qué le parece la letra de este individuo?
-Es clara y uniforme -respondí-. Un hombre ordenado y con cierta fuerza de carácter.
Holmes negó con la cabeza.
-Fíjese en las letras largas -dijo-. Apenas sobresalen del rebaño de las corrientes. Esta «d» podría ser una «a», y esta «l» una «e». Los hombres con carácter siempre hacen destacar las letras largas, por muy ilegible que sea su escritura. Aquí hay vacilación en la « g» y poca confianza en las mayúsculas.
Voy a salir. Tengo que hacer algunas consultas. Permítame que le recomiende este libro, uno de los más interesantes que se han escrito jamás: El martirio del hombre, de Winwood Reade. Volveré en una hora.
Me senté junto a la ventana con el libro en las manos, pero mis pensamientos volaban muy lejos de las atrevidas especulaciones del autor.