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Buenas noches.
-Espere un momento, Burger -dijo Kennedy apoyando su mano en el brazo del otro-. Tengo un interés vivísimo en el asunto de esa catacumba y no renuncio así como así. ¿Por qué no me pregunta sobre alguna otra cosa? Sobre algo que no resulte tan fuera de lugar.
-No, no. Usted se ha negado y no hay más que hablar -contestó Burger con la canastilla bajo el brazo-. Tiene usted mucha razón en no contestar y yo también la tengo. Buenas noches, pues, otra vez, amigo Kennedy.
El inglés vio cómo Burger cruzaba la habitación: pero hasta que el alemán no tuvo la mano en el picaporte no le gritó, con el acento de quien se decide de pronto a sacar el mejor partido de algo que no puede evitar. -No siga adelante, querido amigo. Creo que eso que hace es una ridiculez; pero, puesto que es usted así, veo que no tendré más remedio que pasar por su exigencia. Me repugna hablar acerca de ninguna muchacha; pero, como usted dice bien, el asunto ha corrido por toda Roma y no creo que usted encuentre novedad en nada de cuanto yo pueda contarle. ¿Qué es lo que queria saber?
El alemán volvió a aproximarse a la estufa y, dejando en el suelo la canastilla, se arrellanó nuevamente en su sofá, diciendo:
-¿Puedo servirme otro cigarro? ¡Muchas gracias! Nunca fumo mientras me dedico al trabajo; pero saboreo mucho más una charla si saboreo al mismo tiempo un cigarro. A propósito de esa señorita con la que tuvo su pequeña aventura, ¿qué diablos ha sido de ella?
-Está en Inglaterra, con su familia
-¡Vaya! ¿De modo que en Inglaterra y con su familia
-Sí
-¿En qué parte de Inglaterra? ¿En Londres, tal vez
-No. En Twickenham
-Mi querido Kennedy, tendrá que saber disculpar mi curiosidad y atribúyala a m
ignorancia del mundo. Desde luego que resulta asunto sencillo convencer a una señorita joven de que se fugue con uno durante tres semanas y entregarla luego a sus familiares de..., ¿cómo dijo que se llama la población?
-Twickenham.
-Esto es, Twickenham. Pero es algo que se sale tan por completo de todo lo que yo he hecho, que no consigo imaginarme siquiera cómo se las arregló usted. Por ejemplo, si usted hubiese estado enamorado de esa joven, es imposible que ese amor desapareciese en tres semanas, de modo que me imagino que nunca la amó.