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del inglés y ha jurado que se la devolvería en cuanto pudiera. Creo que el francés le ha salido
fiador y dado su garantía para otra bofetada.
NERISSA.- ¿Cómo encontráis al joven alemán, el sobrino del duque de Sajonia?
PORCIA.- Lo encuentro repugnante por la mañana, cuando está sereno, y más repugnante a la
tarde, cuando está borracho; en sus mejores momentos es poco menos que un hombre, y en
sus peores horas vale apenas más que una bestia. Si me ocurre, por desgracia, lo peor que
pueda ocurrirme, espero que sabré arreglarme para desembarazarme de él.
NERISSA.- Si pidiera elegir entre los cofrecitos, y se le ocurriera el bueno, no podríais rehusarle
por esposo sin rehusar la ejecución de la voluntad de vuestro padre.
PORCIA.- Así, por temor de ese infortunio, pon, te lo suplico, un gran vaso de vino del Rhin
sobre el cofrecito adverso, pues aun cuando el mismo diablo estuviese dentro, si esta
tentación se halla afuera ya sé lo que escogerá. Haré cualquier cosa, Nerissa, antes que
consentir casarme con una esponja.
NERISSA.- No tenéis que temer el casamiento con ninguno de esos caballeros, señora, pues me
han informado de su resolución, que es regresar a su país y no importunaros más con sus
demandas, a menos que puedan obteneros por otro medio que esa lotería de los cofrecitos,
impuesta por vuestro padre.
PORCIA.- Aun cuando hubiera de vivir hasta la edad de la Sibila, moriría tan casta como Diana
antes que ser conquistada de otro modo que por el de la voluntad de mi padre. Me alegro de
que esa gavilla de pretendientes sea tan razonable, porque no hay uno de ellos por cuya
ausencia suspire, y suplico al cielo que les otorgue una feliz partida.
NERISSA.- ¿Os acordáis, señora, en tiempo de vuestro padre, de un veneciano, a la vez literato
y soldado, que vino aquí en compañía del marqués de Montferrat?
PORCIA.- Sí, sí; era Bassanio; así se llamaba, creo.
NERISSA.- Exactamente, señora; de todos los hombres que han visto hasta hoy mis humildes
ojos, es, en mi opinión, el que mejor merece una bella dama.
PORCIA.- Me acuerdo bien de él, y recuerdo que era digno de las alabanzas que le dedicas.
(Entra un CRIADO.