El mercader de Venecia (William Shakespeare) Libros Clásicos

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Nazareno, hizo entrar, por medio de exorcismos, al diablo! Me parece bien comprar con

vosotros, vender con vosotros, hablar con vosotros, pasearme con vosotros y así
sucesivamente; pero no quiero comer con vosotros, beber con vosotros, ni orar con vosotros.
¿Qué noticias hay del Rialto? ¿Quién llega aquí?
(Entra ANTONIO.)
BASSANIO.- Es el signior Antonio.
SHYLOCK.- (Aparte.) ¡Qué fisonomía semejante a un hipócrita publicano! Le odio porque es
cristiano, pero mucho más todavía porque en su baja simplicidad presta dinero gratis y hace
así descender la tasa de la usura en Venecia. Si alguna vez puedo sentarle la mano en los
riñones, satisfaré por completo el antiguo rencor que siento hacia él. Odia a nuestra santa
nación, y hasta en el lugar en donde se reúnen los mercaderes se mofa de mí, de mis negocios
y de mi ganancia legítimamente adquirida, que él llama usura. Maldita sea mi tribu si le
perdono.
BASSANIO.- Shylock, ¿escucháis?
SHYLOCK.- Estoy haciendo la cuenta de mi capital disponible al presente; y a lo que puedo
fiarme de mi memoria, veo que me es imposible afrontar inmediatamente la suma de tres mil
ducados. ¿Qué importa? Tubal, un rico hebreo de mi tribu, me proveerá. Pero, vamos
despacio... ¿Por cuantos meses deseáis esa suma? (A ANTONIO.) Que la dicha sea con vos, mi
buen signior. Acabábamos justamente de hablar de vuestra señoría.
ANTONIO.- Shylock, aunque yo no preste ni tome prestado con la condición de dar o de recibir
más que lo tomado a préstamo o prestado, sin embargo, saldré esta vez de mis hábitos para
subvenir a las apremiantes necesidades de mi amigo. (A BASSANIO.) ¿Está informado de lo que
necesitáis?2
SHYLOCK.- Sí, sí; tres mil ducados.
ANTONIO.- Y por tres meses.
SHYLOCK.- Había olvidado... tres meses. (A BASSANIO.) Así lo habéis dicho, verdaderamente. (A
ANTONIO.) Bien, entonces venga el pagaré y concluyamos. Pero escuchad un poco; me parece
que acabáis de decir que ni prestáis ni tomáis prestado a interés.
ANTONIO.- No lo hago nunca.
SHYLOCK.- Cuando Jacob llevaba a pastar los rebaños de su tío Labán, este Jacob, que fue de la
familia de nuestro santo Abraham, gracias a las medidas que su prudente madre tomó en su
favor, el tercer descendiente.

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