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recibo.
SHYLOCK.- ¡Oh, padre Abraham! ¡Vaya unos cristianos, cuya crueldad de sus propios actos les
enseña a sospechar de las intenciones del prójimo! Os lo suplico, responded a esto; si por
casualidad él faltara al pago el día convenido, ¿qué ganaría yo al exigir el cumplimiento de la
condición? Una libra de carne humana no tiene tanto precio ni puede aprovecharse tanto
como la carne de carnero, de buey o de cabra. Os lo repito: para conquistar su afecto os hago
esta oferta amistosa; si quiere aceptarla, bien; si no, adiós. Y en reciprocidad de mi afecto, no
me injuriéis, os lo ruego.
ANTONIO.- Sí, Shylock; firmaré ese pagaré.
SHYLOCK.- Entonces, esperadme en seguida en casa del notario; dadle las instrucciones
necesarias para este divertido documento, y a mi llegada os embolsaré inmediatamente los
ducados. Quiero dar un vistazo a mi casa, que he dejado temblando bajo la custodia poco
segura de un pillo descuidado, y al momento me reúno con vosotros. (Sale.)
ANTONIO.- Apresúrate, amable judío. Este hebreo acabará por hacerse cristiano; ya va siendo
obsequioso.
BASSANIO.- No me placen términos finos y alma de bribón.
ANTONIO.- Marchemos; no puede resultar nada desagradable. Mis barcos regresarán un mes
antes del día convenido. (Salen.)
Acto II
Escena I
Una habitación en la casa de PORCIA.
Trompetería. Entran el PRÍNCIPE DE MARRUECOS, con su séquito, PORCIA, NERISSA y otros
acompañantes.
PRÍNCIPE DE MARRUECOS.- No me desdeñéis a causa de mi tez, librea obscura del sol
bruñidor, del que soy vecino y bajo el que me he formado. Traedme el más blanco4 de los hijos
del Norte, donde el fuego de Febo funde apenas los carámbanos de nieve, y por nuestro amor
nos practicaremos incisiones, para saber cuál sangre es más roja, la suya o la mía. Te lo digo,
hermosa dama; este rostro ha aterrorizado a los bravos. Juro por el amor que me inspiras, que
las vírgenes más consideradas de nuestro clima le han amado también. No quisiera, pues,
cambiar mi tez por ninguna otra, a menos que con ello me fuera dable conquistar vuestros
pensamientos, mi dulce reina.
PORCIA.- En punto a elección de esposo no puedo dejarme conducir solamente por la
agradable dirección de los ojos de una joven.