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LAUNCELOT.- Para ser breve, la verdad verdadera es que el judío, habiéndome maltratado, me
fuerza como mi padre, que es un viejo, os «fructificará»...
GOBBO.- Tengo aquí un plato de pichones que quisiera ofrecer a vuestra señoría, y mi
demanda es...
LAUNCELOT.- Para abreviar: la demanda es «ajena»9 a mí, como vuestra señoría lo sabrá por
este anciano, y, aunque anciano, como yo le digo, sin embargo, es un pobre hombre y mi
padre...
BASSANIO.- Que hable uno solo por ambos. ¿Qué queréis?
LAUNCELOT.- Serviros, señor.
GOBBO.- Ahí está la verdadera clave del asunto, señor.
BASSANIO.- Te conozco perfectamente; tu petición está concedida. Shylock, tu amo, me ha
hablado hoy y me ha propuesto hacerte progresar, si progreso supone abandonar el servicio
de un rico judío para convertirse en sirviente de un tan pobre caballero.
LAUNCELOT.- El viejo proverbio se reparte muy bien entre mi amo Shylock y vos, señor; vos
tenéis la gracia de Dios, y él la opulencia.
BASSANIO.- Has dicho bien. Ve con tu hijo, padre; despídete de tu antiguo amo e inquiere las
señas de mi casa. (A sus criados.) Que se le dé una librea más bella que la de sus camaradas;
cuidad que se cumpla así.
LAUNCELOT.- Marchemos, padre. No sé solicitar una colocación, no; jamás hallo lengua fácil en
la cabeza. (Mirándose la mano.) Bien; si hay un hombre en Italia que para prestar juramento
pueda mostrar una más bella palma en que apoyar un libro, tendré toda clase de dichas. Ved,
he aquí solamente esta línea de vida. Aquí hay una provisioncita de mujeres. ¡Ay! Quince
mujeres, pero ¡eso no es nada! Once viudas y nueve doncellas constituyen una parte modesta
para un hombre. Y luego escapar por tres veces a la sumersión y estar en trance de perder mi
vida al borde de un lecho de pluma. ¡He aquí un buen número de pequeños riesgos! Pues bien;
si la fortuna es mujer, forzoso es convenir que se muestra buena chica en este horóscopo.
Padre, marchemos; voy a despedirme del judío en un abrir y cerrar de ojos.
(Salen LAUNCELOT y el viejo GOBBO.)
BASSANIO.- Te lo ruego, mi buen Leonardo, piensa en esto: una vez compradas y debidamente
distribuidas todas esas cosas, vuelve a toda prisa, pues doy esta noche una fiesta a mis