El mercader de Venecia (William Shakespeare) Libros Clásicos

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soy.
PRÍNCIPE
DE MARRUECOS
(Después de haber abierto el cofre de oro.)
¡Oh infierno! ¿Qué es lo que encuentro? Una calavera, que en una de sus órbitas vacías
contiene un rollo escrito. Voy a leer lo que dice.
(Lee.)
No es oro todo lo que reluce.
Con frecuencia habéis oído decir esto.
Más de un hombre ha vendido su vida
solamente por contemplar mi exterior.
Las tumbas doradas conservan los gusanos.
Si hubierais sido tan prudente como osado,
joven de cuerpo y viejo de juicio,
habríais obtenido otra respuesta que la de este rollo.
Pasadlo bien; vuestra esperanza está fallida.
Fallida, en efecto, y mis esfuerzos están perdidos. ¡Adiós, pues, llama abrasadora! ¡Salud,
corazón de hielo! ¡Porcia, adiós! Tengo el corazón demasiado dolorido para una despedida
tediosa. Así se retiran los que pierden.
(Sale con su séquito. Trompetería.)
PORCIA.- ¡Buen desembarazo! ¡Vaya, corred las cortinas! ¡Que todos los que tienen su mismo
color elijan como él! (Salen.)

Escena VIII
Venecia. -Una calle.
Entran SALARINO y SALANIO.
SALANIO.- Sí, hombre, he visto a Bassanio embarcarse; Graciano ha partido con él, pero
Lorenzo, estoy seguro de ello, no iba en su nave.
SALARINO.- Ese bribón de judío ha despertado al dux con sus gritos y le ha hecho venir con él a
registrar la embarcación de Bassanio.
SALANIO.- Ha venido demasiado tarde. El bajel se había dado a la vela, pero sobre el puente se
ha oído decir al dux que Lorenzo y su enamorada Jessica habían sido vistos juntos en una
góndola. Además, Antonio ha certificado al dux que ellos no estaban en el bajel de Bassanio.
SALARINO.- No he oído jamás quejas tan desprovistas de razón, tan estrambóticas, tan
terribles, tan variables como las que ese perro de judío ha hecho resonar por las calles: «¡Mi
hija! ¡Mis ducados! ¡Oh, mi hija huida con un cristiano! ¡Oh mis ducados cristianos! ¡Justicia!
¡La ley! ¡Mis ducados y mi hija! ¡Un saco, dos sacos llenos de ducados, de dobles ducados, que
se ha llevado consigo mi hija! ¡Y joyas! ¡Dos piedras, dos ricas y preciosas piedras robadas por
mi hija! ¡Justicia! ¡Que se encuentre a mi hija! ¡Lleva encima las piedras y los ducados!»

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