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paciencia del judío, si quiere seguir el ejemplo del cristiano? Pues venganza. La villanía que me
enseñáis la pondré en práctica, y malo será que yo no sobrepase la instrucción que me habéis
dado.
(Entra un CRIADO.)
CRIADO.- Señores, mi amo Antonio está en su casa y desea hablaros.
SALARINO.- Le hemos buscado por todos sitios.
SALANIO.- He ahí llegar otro de la tribu. No se encontraría un tercero de la misma especie, a no
ser que el diablo mismo se hiciese judío.
(Salen SALANIO, SALARINO y el CRIADO.)
(Entra TUBAL.)
SHYLOCK.- ¡Hola, Tubal! ¿Qué noticias hay de Génova? ¿Has hallado a mi hija?
TUBAL.- He parado en más de un lugar donde se hablaba de ella, pero no he podido
encontrarla.
SHYLOCK.- ¡Oh, ay, ay, ay! ¡Un diamante perdido que me había costado dos mil ducados en
Francfort! La maldición no había nunca caído sobre nuestro pueblo hasta la fecha; yo no la
había sentido jamás hasta hoy. ¡Dos mil ducados perdidos con ese diamante, y otras preciadas,
muy preciadas alhajas! Quisiera que mi hija estuviera muerta a mis plantas, con las joyas en
sus orejas; quisiera que estuviese enterrada a mis pies con los ducados en su féretro. ¿Ninguna
noticia de los fugitivos? No, ninguna. Y no sé cuánto dinero gastado en pesquisas. ¡Ah! ¿Ves
tú? ¡Pérdida sobre pérdida! ¡El ladrón ha partido con tanto, y ha sido necesario dar tanto para
encontrar al ladrón, y ninguna satisfacción, ninguna venganza, ninguna mala suerte para otras
espaldas que las mías, ningunos otros suspiros que los que yo lanzo, ningunas otras lágrimas
que las que yo vierto!
TUBAL.- ¡Sí, otros hombres tienen también su mala suerte! Antonio, por lo que he sabido en
Génova...
SHYLOCK.- ¿Qué, qué, qué? ¿Una desgracia? ¿Una desgracia?
TUBAL.- Ha perdido un galeón que venía de Trípoli.
SHYLOCK.- ¡Gracias a Dios! ¡Gracias a Dios! ¿Es verdad?
TUBAL.- He hablado con algunos de los marineros que han escapado del naufragio.
SHYLOCK.- Te doy las gracias, mi buen Tubal. ¡Buenas noticias! ¡Buenas noticias! ¡Ja, ja!
¿Dónde fue eso? ¿En Génova?
TUBAL.- Vuestra hija ha gastado en Génova, según he oído decir, ochenta ducados en una
noche.
SHYLOCK.- Me hundes un puñal en el corazón; no volveré a ver más mi oro.