El mercader de Venecia (William Shakespeare) Libros Clásicos

Página 34 de 65

Así, aunque de vos, no soy vuestra. Si las cosas se ponen mal, que sea la fortuna la que pague
los vidrios rotos, y no yo. Hablo demasiado, pero es por ganar tiempo, por estirarle, por
alargarle, con el fin de haceros aplazar vuestra elección.
BASSANIO.- Dejadme elegir, pues en mi situación presente estoy en el potro del tormento.
PORCIA.- ¿En el tormento, Bassanio? Entonces declarad qué especie de traición está mezclada
a vuestro amor.
BASSANIO.- Ninguna, si no es esa horrenda traición de la inquietud, que me hace temer por la
posesión de mi amor. Igual podría existir pacto y amistad entre la nieve y el fuego, que entre la
traición y mi amor.
PORCIA.- Sí, pero habláis sobre el potro, que hace decir a las víctimas todo lo que se quiere.
BASSANIO.- Prometedme la vida y confesaré la verdad.
PORCIA.- Pues bien, entonces confesad y vivid.
BASSANIO.- Confesar que os amo y amaros habría sido el verdadero resumen de mi confesión.
¡Oh, feliz tormento, puesto que mi atormentador me enseña las respuestas de liberación! Pero
conducidme a los cofrecitos y hacia mi fortuna.
(Se descorre la cortina y aparecen los cofrecitos.)
PORCIA.- Pues bien, sea entonces. Uno de estos cofrecitos contiene mi retrato; si me amáis,
me descubriréis seguidamente. Nerissa, y vosotros todos, manteneos a distancia. Que la
música toque mientras elige, de manera que, si pierde, haga un final de cisne, y desaparezca
durante la melodía. Y, con el objeto de que la comparación sea aún más justa, mis ojos serán
las corrientes de agua que le servirán de húmedo lecho mortuorio. Puede ganar, y entonces,
¿qué será la música? Pues bien, entonces la música ocupará el lugar de esas bandas que
acompañan las reverencias de los fieles súbditos ante un rey nuevamente coronado, o será
como esos armoniosos sones que al amanecer se deslizan en los oídos del novio dormido para
llamarle al matrimonio. Ahora se adelanta con tanta soberbia, pero con más amor que el joven
Alcides, cuando rescató a Troya doliente del tributo de las vírgenes, pagado al monstruo
marino. Soy la víctima destinada al sacrificio, y las otras aquí presentes son las mujeres
dárdanas, que con el terror en el semblante vienen a contemplar el resultado de la empresa.

Página 34 de 65
 

Paginas:
Grupo de Paginas:       

Compartir:




Diccionario: