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se dirigen o no a él; así, tres veces, bella dama, me detengo dudoso de saber si lo que veo es
verdad, hasta que me lo hayáis afirmado, confirmado y ratificado.
PORCIA.- Vedme aquí, señor Bassanio, tal como soy. Por lo que a mí se refiere, no alimentaré
ningún ambicioso deseo de ser mejor de lo que soy; pero por vos quisiera triplicarme veinte
veces; quisiera ser mil veces más bella, mil veces más rica; y, en fin, solamente por elevarme
más de lo que vos me estimáis, quisiera en riquezas, en virtudes, en hermosuras, en amigos,
exceder todo cálculo. Pero la suma total de mi persona equivale a cero; es decir, para
expresarme con brevedad, equivale a una joven sin instrucción, sin saber, sin experiencia,
dichosa ante todo de no ser aún tan vieja que no pueda aún aprender; más feliz, porque no es
tan falta de talento que no pueda aprender, y dichosa por encima de todo de poder confiar mi
espíritu dócil a los cuidados del vuestro, para que lo dirija como su dueño, su gobernador y su
rey. Mi persona y lo que me pertenece os son transferidos y se convierten en vuestros; no
hace más que un instante yo era la soberana de este espléndido castillo, el ama de mis criados,
la dueña de mí misma. Y ahora, ahora este castillo, estos criados, esta persona que soy, son
vuestros, señor. Os los doy con este anillo. Si alguna vez os separáis de él, lo perdéis o lo dais,
que sea presagio de la ruina de vuestro amor, y para mí la legítima ocasión de quejarme de
vos.
BASSANIO.- Señora, me habéis privado de todo poder de expresión; mi sangre solamente os
responde en mis venas, y hay en mis facultades una confusión parecida a la que se manifiesta
después de un discurso elocuente pronunciado por un príncipe popular entre la multitud
henchida de satisfacción, cuando de esos murmullos de conjunto sale aquel ruido indistinto en
que no hay nada más que una alegría demostrada y no demostrada a la vez. Pero cuando esta
sortija se separe de mi dedo será que la vida me abandona. ¡Oh, entonces podréis decir
decididamente: Bassanio ha muerto!
NERISSA.- Señor y señora; ahora nos corresponde a nosotros, que hemos sido espectadores y