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explicar la redondez de la negra; la mora está encinta por obra vuestra, Launcelot.
LAUNCELOT.- Es, sin duda, mortificante que la mora esté fuera de cuenta; pero si no es en
absoluto honrada, ¿qué tiene de extraño? Me sorprende que su virtud esté todavía tan
viviente como lo está; hubiera creído en una virtud de mora.
LORENZO.- ¡Qué fácil es a todos los imbéciles jugar con las palabras! Creo que el más gracioso
ornamento del espíritu será muy pronto el silencio, y que la palabra no será un mérito más que
para los loros. Vamos, truhán, entra en casa y diles que hagan sus preparativos para la cena.
LAUNCELOT.- Los han hecho, señor; pues todos tienen estómago.
LORENZO.- ¡Dios bondadoso! ¡Qué hábil atrapador sois de equívocos! Vamos, id y decidles que
preparen la cena.
LAUNCELOT.- También está, señor. Ahora es el cubierto, y no la cena, la palabra propia.
LORENZO.- ¡Vaya, bien! Sea, señor. Ve por el cubierto.
LAUNCELOT.- ¿Cubierto? ¡Oh!, no, señor, de ningún modo; conozco mi deber.
LORENZO.- ¡Siempre con escaramuzas a cada palabra que pasa! ¿Quieres mostrar de una sola
vez toda la riqueza de tu talento? Ten la bondad, te lo ruego, de comprender a un hombre
sensato, que habla en términos sensatos; ve a buscar a tus camaradas, diles que cubran la
mesa, que sirvan los platos y que vamos a ir a cenar.
LAUNCELOT.- Es la mesa, señor, la que será servida, y son los platos los que serán cubiertos; en
cuanto a vuestra venida para la cena, señor, será como decidan vuestro capricho y vuestra
fantasía. (Salen.)
LORENZO.- ¡Oh, caro sentido común! ¡Bonitos maridajes de palabras! ¡El idiota ha alineado en
su memoria todo un ejército de buenos vocablos, y conozco numerosos imbéciles de alta
jerarquía que están repletos de las mismas necedades que él y que por el placer de lanzar una
palabra divertida llegan a desconcertar toda una conversación. Muy bien, Jessica, ¿cómo va
eso? Ahora, prenda mía, dime tu opinión sobre la mujer del señor Bassanio. ¿La quieres
mucho?
JESSICA.- Más allá de toda expresión. Será muy justo que el señor Bassanio lleve una vida
ejemplar, pues teniendo en su mujer tal bendición, hallará aquí en la tierra las alegrías del