El ricachón en la corte (Moliere) Libros Clásicos

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EL RICACHON EN LA CORTE
MOLIÈRE

PERSONAJES
JOURDAIN Molière.
MADAMA JOURDAIN Hubert.
LUCILA Mlle. Molière.
CLEONTE La Grange.
DORIMENA Mlle. De Brie.
DORANTE La Thorillière.
NICOLASA Mlle. Bauval.
MAESTRO DE ARMAS De Brie.
FILÓSOFO Du Croisy.
COVIELLE.
MAESTRO DE MÚSICA.
MAESTRO DE BAILE.
EL DISCÍPULO. EL SASTRE.
EL OFICIAL DE SASTRE.
DOS CRIADOS.
La acción, en París, en casa de M. Jourdain.

ACTO PRIMERO
Una sala con muchos instrumentos de música. El discípulo del
maestro de música, sentado ante una mesa, está componiendo una
serenata que monsieur Jourdain ha encargado.
ESCENA PRIMERA
EL MAESTRO DE MÚSICA, el MAESTRO DE BAILE, el DISCÍPULO, MÚSICOS y BAILARINES
MAESTRO DE MÚSICA (A los músicos). -Venid..., entrad en esta sala y aguardad sentados a que llegue.
MAESTRO DE BAILE (A los bailarines). -Y vosotros también, pero a este otro extremo.
MAESTRO DE MÚSICA (Al discípulo). -¿Está ya eso?
DISCIPULO. -Sí.
MAESTRO DE MÚSICA. -Veamos.
MAESTRO DE BAILE. -¿Algo nuevo?
MAESTRO DE MÚSICA. -Sí. Una serenata que le ha mandado hacer aquí mismo, en tanto que nuestro hombre se sacude las sábanas. MAESTRO DE BAILE. -¿Se puede ver?
MAESTRO DE MÚSICA. -Ahora, cuando él salga, podréis oírla, con sus recitativos y todo. Poco puede tardar ya.
MAESTRO DE BAILE. -Nuestras ocupaciones actuales, tanto las vuestras como las mías, no son grano de anís.
MAESTRO DE MÚSICA. -Ciertamente. Ambos hemos hallado al hombre que necesitábamos. Monsieur Jourdain, con sus ínfulas de cortesano, que se le han subido a la cabeza, es para nosotros una finca.

¡Lástima que no le imitaran los demás, para bien de vuestras danzas y de mi música!
MAESTRO DE BAILE. -Según y conforme... Yo estimo que no le estarían de más algunos conocimientos que le permitieran darse cuenta de nuestros trabajos.
MAESTRO DE MÚSICA. -Es verdad que no tiene ni idea de ellos, pero los paga bien, y, precisamente, esto es lo que ante todo, necesitan las artes.
MAESTRO DE BAILE. -Para mí la gloria es el mejor sustento, y no tengo inconveniente en confesaros que los aplausos me llegan a lo más íntimo. No puede haber mayor suplicio para un artista que el de producir para un público de ignorantes y padecer el juicio estúpido de un imbécil.

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