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Pero es preciso tomar parte en la mascarada para favorecer los deseos de una persona tan estimable como Cleonte.
DORIMENA. -Le tengo en gran aprecio, y le creo digno de la mejor suerte.
DORANTE. -Además, no debemos perder el espectáculo que se nos ofrece, y por mi parte quiero ver si se logra mi idea.
DORIMENA. -Ahora acabo de ver los magníficos preparativos y os declaro, Dorante, que son cosas que no he de tolerar. He decidido impedir todos los despilfarros que hacéis por mi causa; y para terminar de una vez, he resuelto que nos casemos inmediatamente. El matrimonio será el mejor recurso para acabar con todo esto.
DORANTE. -¡Oh! ¿Es posible que hayáis tomado un resolución tan grata para mí?
DORIMENA. -Quiero evitar que os arruinéis;y sin esa determinación, estoy segura que muy pronto no tendríais un maravedí.
DORANTE. -¿Cómo podré yo agradecer vuestros cuidados en conservar mi patrimonio? A vos os pertenece por entero, como vuestro es también mi corazón, para que dispongáis de él a vuestro capricho. DORIMENA. -Me utilizaré de una cosa y de otra. Pero aquí llega vuestro amigo. ¡El porte es admirable!
ESCENA III
JOURDAIN, DORANTE y DORIMENA
DORA´NTE. -Venimos, señor, a rendir homenaje a vuestra nueva dignidad y a congratularnos con vos del enlace de vuestra hija con el heredero del Gran Turco.
JOURDAIN (Después de hacer una gran reverencia.) -Señor, os deseo la f uerza de la serpiente y la prudencia del león.
DORIMENA. -He querido ser la primera en venir a felicitaros por vuestro encumbramiento.
JOURDAIN. -Que vuestro rosal permanezca todo el año florido, señora. Os agradezco infinitamente la participación que tomáis en mis venturas, felicitándome de veros aquí para daros excusas por las extravagancias de mi esposa.
DORIMENA. -No hablemos de eso. Sus arrebatos tienen muy razonable disculpa en el tesoro inapreciable de vuestro corazón, y no es extraño que la posesión de un hombre como vos inspire cierta alarma.
JOURDAIN. -La posesión de mi corazón es cosa vuestra.
DORANTE. -Ya veis, señora, que la prosperidad no lo ha cegado, y que, desde su altura, reconoce aún a los amigos.