Cyrano de Bergerac (Historia cómica de los Estados e Imperios del Sol) Libros Clásicos

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cuanto más un idioma se alejaba de la verdad se hacía tanto más
incomprensible, quedando por bajo de los alcances de nuestra inteligencia.
«De la misma manera -continuó él- en la música, tan pronto como esta
verdad es hallada, el alma se siente transportada y se adhiere al sonido
ciegamente. Y nosotros no lo vemos, pero sentimos que la Naturaleza lo ve,
y sin que podamos comprender de qué suerte por esta música estamos
absorbidos, no deja ella de maravillarnos, aunque no sepamos observar de
dónde viene. Pues lo mismo sucede con los idiomas. El que encuentra esa
verdad en las letras, en las palabras y en la unión de todos los signos,
nunca podrá al expresarse hacerlo con medios que estén más bajos que su
concepción; de modo que siempre hablará conforme a su pensar, y sólo
cuando vos no conozcáis con perfección ese idioma os quedaréis perplejo y
no conoceréis el orden y las palabras que puedan explicar lo que
imagináis». Yo le dije que el primer hombre de nuestro mundo
indudablemente se habría servido de esa lengua, porque los nombres que
había empleado para designar cada cosa venían a declarar con exactitud su
propia esencia. Él me interrumpió y continuó: «No es que nuestra lengua
tan sólo sea necesaria para expresar todo lo que el espíritu siente, sino
que sin ella no podríamos hacernos entender por todos. Pues si este idioma
es instinto o voz de la Naturaleza, necesario es que sea inteligible para
todo aquello que vive bajo el imperio de esa Naturaleza. Por esto, si vos
conocieseis bien el idioma de la Naturaleza, podríais expresar y comunicar
vuestros pensamientos a las bestias, y éstas a su vez podrían comunicaros
los suyos, pues siendo la lengua de la Naturaleza, de todos los animales
ha de ser entendida.
»No os asombre, pues, la facilidad con que vos comprendéis los

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