Cyrano de Bergerac (Historia cómica de los Estados e Imperios del Sol) Libros Clásicos

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esa provincia; pero así como todos mis antepasados, yo he nacido en el
Reino de la Verdad. Mi madre me tuvo a mí y luego ya no dio a luz más
hijos. Ella me educó en ese país hasta que tuve trece años, pues entonces
el rey, por consejo de sus médicos, le mandó que me llevase al Reino de
los Enamorados para que, educada en el país del amor, creciese con más
alegría y más comodidad que la que mi país podía ofrecerme y fuese más
fecunda que ella. Entonces mi madre me llevó al País de los Enamorados y
me condujo a esa casa de placer de que os he hablado.
»Mucho sufrí antes de que me familiarizase con sus costumbres. Al
principio me parecieron éstas muy rudas, pues, como vosotros sabéis, los
hábitos que con la lactancia recibimos siempre nos parecen más razonables,
y yo acababa de llegar de mi país natal, es decir, del Reino de la Verdad.
»No dejé por ello de reconocer que esta nación de amantes vivía con
mucha más dulzura e indulgencia que la nuestra; porque aunque todos
dijesen que mi mirada les hería peligrosamente, que con mis ojos les daba
la muerte y que de éstos salía una llama que consumía sus corazones, era
tan grande la bondad de todos, y principalmente la de los jóvenes, que me
acariciaban, me besaban y me abrazaban en vez de vengarse del daño que les
hacía. Yo llegué a indignarme conmigo misma al saber los desórdenes que en
ellos causaba, por lo cual, transida de compasión, les descubrí un día el
propósito que de marcharme había formado; pero entonces, tirándose a mi
cuello y besándome las manos, me dijeron todos: «¡Ay! ¿Cómo salvaros?
Vuestra casa está por todas partes rodeada de agua, y tan grande es el
peligro, que si no sobreviniese un milagro, tanto vos como nosotros nos

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