El buen Duende y la Princesa (Louisa May Alcott) Libros Clásicos

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-¿Qué dicen? -preguntó la Princesa.
"Aquí viene la vanidosa criatura que cree que sus ropajes son más hermosos que los nues­tros, y suele jactarse de ellos entre los más pobres y adoptar actitudes orgullosas. Nosotros no la admiramos, pues pese a su elegante plumaje, sabemos qué tonta es". No escucharé más groserías de estos pajarracos malvados, ni elogiaré sus espléndidas colas como pensaba hacerlo. ¡Fuera, vanidosos l Nadie los quiere aquí -gritó Betty, echándolos de la terraza, mientras la Princesa reía al verlos bajar las preciosas colas y escabullirse entre chillidos de temor.
-Era verdad... Soy tonta y vana, pero nadie se atrevió a decírmelo nunca, e intentaré mejorar ahora que veo qué estúpidas son estas aves y qué dulce eres tú -declaró, cuando Betty regresó, brincando, a su lado.
-Haré para ti la danza del pavo real... Fíjate qué bien -y Betty comenzó a hacer ca­
briolas, sosteniéndose la pollerita ancha, con la cabeza echada atrás y las puntas de los pies hacia afuera, de modo tan semejante a esos pájaros, que la anciana nodriza y la doncella, que acudieron, echaron a reír lo mismo que Bonnibelle.
Fue muy divertido, y una vez que imitó el vanidoso pavoneo de los pavos reales, Betty soltó súbitamente su pollera y se alejó corriendo, agitando los brazos como alas y chillando en tono espantado.
Quería complacer a la Princesa y hacerle olvidar las palabras descorteses que se había visto obligada a repetirle, de modo que al volver
corriendo a su lado, se alegró de hallarla. muy contenta y ávida por más diversión.
-Y ahora bailaré la danza del tulipán - anunció Betty, que se puso a inclinarse y hacer reverencias ante un cantero lleno de espléndidas flores doradas y escarlata, blancas y purpúreas; y los tulipanes parecieron devolverle sus cortesías, como majestuosas damas y caballeros en un baile.
Nunca se vieron antes tan primorosos pasos, tan graciosos giros y elegantes movimientos de los brazos, ya que Betty, imitando el balanceo de los altos capullos al viento, bailó con ellos un minué más bello que los ofrecidos en la corte.
-¡Es maravilloso! -declaró la doncella.
-¡Bendita sea! Debe ser una verdadera hada para poder hacer todo eso -agregó la vieja nodriza.
-¡Vuelve a bailar! ¡Oh, por favor, vuelve a bailar; es tan lindo! -palmoteó la Princesa cuando Betty, después de una última reverencia se irguió y se le acercó sonriente.

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