El estandarte de Beaumanoir (Louisa May Alcott) Libros Clásicos

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Louisa May Alcott
El estandarte de Beaumanoir


Las alondras cantaban en el cielo despejado de Dinan; las colinas blanqueaban con una multitud de cerezos en flor y el valle estaba dorado con capullos de sauce. La torre gris de la buena Duquesa Anna se hallaba adornada con guirnaldas de hiedra y ramilletes de fragantes alhelíes. A lo largo del foso, las sombras se espesaban día a día, a medida que crecían más hojas en las ramas que se entrelazaban arriba. Las mujeres cantaban mientras lavaban las ropas junto a la laguna; repiqueteaban de un lado a otro los zuecos de las jóvenes, que traían agua desde la fuente de la Plaza San Luis. Los hombres de cabello largo, chaquetas bordadas y pantalones abolsados, bebían sidra a la puerta de las tabernas, y los grandes caballos bretones sacudían sus altos cuellos hasta hacer sonar las campanillas que serpenteaban entre extensos campos de colza, al forfón y trébol.
En lo alto del castillo, situado cerca de las ruinas de otro más antiguo, ondeaba al viento un gran estandarte, que al desplegarse mostraba el emblema y la divisa de los Beaumanoir : dos manos unidas y la leyenda : "En tout chemin loyaute". En el patio aullaban los sabuesos, pateaban los caballos y los sirvientes corrían en todas direcciones, pues el conde se disponía a salir a cazar el jabalí salvaje. No tardaron en partir todos con alegre música de cuernos, redoblar de cascos y resonar de animadas voces, hasta que el placentero clamor se apagó en el bosque distante, donde creció el muérdago pegado a los altos robles, y se veían dólmenes y menhires, misteriosas reliquias de los druidas.
Desde una ventana del castillo asomaba la cara de un muchacho, que expresaba profundo anhelo, una cara vigorosa y fina, aunque hosca en ese momento, con el entrecejo fruncido, los ojos inquietos y los labios apretados, como si ideas rebeldes agitaran su mente. Así observó cómo desaparecía la alegre cabalgata, hasta que se hizo el silencio, interrumpido solamente por las alondras y la voz de una mujer que cantaba. Al escucharla el ceño del joven se despejó, y sus ojos se iluminaron al posarse en una joven de vestido azul y sombrero blanco, que tendía telas de lienzo a blanquear en el verde prado lindero al río Rance.
-Si no puedo cazar, iré en busca de Yvonne y me tomaré el día libre.

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