Una guirnalda de flores (Louisa May Alcott) Libros Clásicos

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En seguida propuse que comiéramos, y todos nos sentamos a la mesa y tomamos sopa, en unos tazones amarillos y con cucharas de peltre, pero con tal apetito y placer, que daba gozo verlas. Yo llevaba mi traje más viejo, así que la pobre Parsons pensó que era una modista o una obrerita, y me abrió su corazón como nunca lo habría hecho si yo hubiera ido a verla y a pedirle que se confiara a mí, con aire protector, como hacen muchas personas cuando quieren ayudar a las demás. Le prometí buscarle un trabajo, y le propuse que lo hiciera en la habitación de la señora Kennedy, como un favor, claro está, para que las niñas mayores pudieran ir a la escuela y Tot tuviera alguien que cuidara de ella. Accedió, y de ese modo se ahorró el fuego y contentó a los Kennedy. Sara (que así se llama la señorita Parsons), trató dé echarse atrás cuando se enteró de dónde vivía yo; pero necesitaba el trabajo y bien pronto vio que yo no era presumida, que le prestaba libros, le llevaba flores a ella y a Tot, y le contaba historias mientras ella se calentaba al fuego los dedos llenos de sabañones, como si nunca pudiera deshelárselos.
"Este verano, todas ellas van a ir a la granja del tío Frank, para recoger la fruta. Él contrata a muchas mujeres y niños durante la temporada de las frutas, y la señora Grover dice que eso es, lo que ellas necesitan. Así que se irán en junio, tan contentas, y yo podré cuidar de que estén bien, porque siempre voy a la granja en julio. Eso es todo; no muy interesante, pera hice lo que debía, aunque no sea más que una pequeñez."
-Estoy segura de que el ayudar a cinco pobres infelices es una gran obra, y puedes estar orgullosa de ella, Ida. Ahora comprendo por qué no ibas al teatro conmigo ni comprabas tantas cosas lindas como antes. El dinero lo gastabas en comprar carbón y comida, y tus labores eran siempre ropita para tus muñecas de carne. ¡Querida, qué bondad demostraste al cocinar, limpiar y embastecerte las manos, renunciando a tus diversiones por esa obra de caridad!
El cordial beso de Maggie y los rostros de sus amigas le hicieron pensar a Ida que su humilde tarea les parecía tan meritoria como a ella; y cuando las otras le hubieron expresado el interés que sentían por su trabajo, se prepararon para oír lo que iba a contar Marion.

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