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UNA RAMA DE HIEDRA Y UNAS
ZAPATILLAS
-¡Imposible! Tengo que comprarme un par nuevo. Lo deseo ardientemente, pero temo que eche a perder mi pequeño plan, con respecto a Laura -se dijo Jessie Delano en tanto sacudía la cabeza ante un par de viejas zapatillas que no era posible componer. Mientras en vano se afanaba, su mente estaba llena de esperanzas juveniles, y de miedos y ansiedades excesivamente graves para una muchacha de dieciséis años.
Un año antes, las muchachas habían sido las mimadas hijas de un hombre rico; pero la muerte y la desgracia sobrevinieron bruscamente y entonces se vieron solas, frente a la pobreza. Tenían pocos parientes, y habían ofendido a un tío rico, que ofreció un hogar a Jessie al verse ésta separada de su hermana. La pobre Laura era una inválida y nadie la amaba; pero Jessie se negó a abandonarla, y las dos hermanas vivían juntas en las humildes habitaciones donde su padre había muerto, tratando de ganarse el pan con las únicas habilidades que poseían. Laura pintaba bien, y después de muchas decepciones, comenzaba a hallar un mercado para sus delicados dibujos y sus lindas flores. Jessie tenía un arte natural para la danza; y su anterior maestra, una francesa compasiva, ofreció a su alumna favorita el puesto de auxiliar en sus clases de baile para niños.
A la muchacha le costó el aceptar un humilde puesto de maestra, enseñando pacientemente el baile a niños estúpidos, en la pista donde ella había sido el orgullo de la clase y la reina de los bailes de fin de curso. Pero, por causa de Laura, aceptó agradecida el ofrecimiento, alegre de poder llevar su óbolo a casa, ayudando así a alejar la miseria. A veces habían visto su negro fantasma amenazador, durante aquel año, y. miraban el largo invierno con un terror que no se atrevían a confesarse. Laura temía caer enferma si trabajaba demasiado, y entonces, ¿qué sería de su linda hermana menor que la cuidaba tan tiernamente y no quiso abandonarla? Y Jessie no podía por menos de rebelarse contra su dura suerte y hacer planes impracticables. Pero cada una de ellas trabajaba afanosamente, hablaba con alegría, y esperaba en vano que le sucediese algo bueno, mientras la duda, el dolor y la pobreza oprimían de tal manera sus corazones que las dos muchachas frecuentemente caían dormidas sobre almohadas mojadas por el llanto.