Jerseys, o el fantasma de las niñas (Louisa May Alcott) Libros Clásicos

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-¿Cuál? -preguntaron a un mismo tiempo cinco voces atemorizadas.
-La última...
-¿La nuestra? -susurró Kitty, pálida como el cuello de su camisón, mientras su compañera de cuarto quedaba horrorizada.
-Cuando se volvió para cerrar la ventana, se le corrió el velo y entonces le vi la cara ... -Sally, que hablaba en un susurro, agregó con súbito sobresalto :
-¡La veo ahora mismo !
Todas saltaron o rodaron de sus puestos, como impulsadas por una corriente eléctrica, y miraron a su alrededor mientras Nelly gritaba, desesperada:
-¿Dónde? Oh, ¿dónde?
-Allí ...
Y Sally señaló la cara más pálida de todas, mientras la suya enrojecía con el regocijo que en vano intentaba contener.
-¿ Cordy ?
Un chillido general de asombro e incredulidad siguió a tal anuncio, mientras Sally reía hasta que las lágrimas le corrieron por las mejillas, ante la muda consternación del inocente fantasma.
En cuanto le prestaron atención, se apresuró a explicar:
-Sí; era Cordy, que caminaba en sueños... Llevaba puesta su bata de franela blanca, y un pañuelo de lana le envolvía la cabeza, y se ejercitaba en el tejado a medianoche para no perder tiempo... No me extraña que por la mañana esté tan cansada, luego de tan peligrosa gimnasia.
-Pero no puede haber desaparecido así del techo sin quebrarse un hueso -objetó Julia con gran alivio, aunque aún desconcertada.
-No voló ni cayó, sino que bajó por la escalera abandonada por los pintores... Si dudan, fí­jense en las suelas de sus chinelas y verán la pintura roja del techo. Recordarán que no podíamos abrir las ventanas de la cúpula, pero esta mañana fui a dar un paseo y, al fijarme, vi cómo lo hacía dormida, pese a que jamás se atrevería a hacerlo despierta... Como saben, los sonámbulos hacen cosas terriblemente peligrosas -explicó Sally, como si su experiencia con respecto a esas personas tan particulares hubiera -sido amplia y variada.
-¿Cómo pude hacerlo? Es horrible pensarlo siquiera. ¿Por qué me lo permitiste, Kit? -ex­clamó Cordy, sin saber si debía enorgullecerse o avergonzarse por su proeza.
-Jamás soñé que harías semejante tontería sin despertarte... Los sonámbulos suelen ser silenciosos. Además, aunque te hubiera visto, me habría llevado tal susto que no te hubiera reco­nocido. Después de lo sucedido, te ataré al pie de la cama para que no asustes a todo el mundo ­respondió Kitty, que consideraba todo aquello como una excelente broma.

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