Página 1 de 18
LA CLASE DE COCINA
LOUISA M. ALCOTT
Una jovencita de cofia pequeña y delantal grande, leía atenta y ansiosamente un
libro de recetas culinarias. Tenía la cocina para ella sola, pues su madre estaba ausente
durante todo el día y la cocinera tenía asueto, de modo que Edith podía enredar a
satisfacción. Pertenecía a una clase de cocina, cuyos miembros iban a merendar a las
dos con la muchacha de al lado, y en ese momento la cuestión más absorbente era:
¿qué podía preparar? Al pasar las hojas del gastado libro, hablaba para sí, mientras las
diversas recetas pasaban ante sus ojos.
"Ya hice ensalada de langostas y croquetas de pollo, y ninguna me salió muy
bien... Ahora quiero distinguirme con algo bien sabrosa. Prepararía un puerco espín de
carne, o un pato de carnero, si tuviera tiempo, pero son dificultosos y tendría que
ensayarlos antes de presentarlos a la clase. Para la crema bávara hacen falta fresas y
crema batida, y no pienso cansarme los brazos batiendo huevos... Los albaricoques á
la Neige son fáciles y sanos, pero sé que a las chicas no les gustarán tanto como algo
condimentado, que luego les causará malestar, como el budín de ciruelas de Carrie...
Un plato con carne es mejor para el almuerzo. Probaría con mollejas y tocino, si no
fuera porque me disgusta quedar con la cara quemada y las ropas olorosas... Las aves
son sabrosas; a ver si puedo preparar gallo de bosque mechado... No; no me gusta
tocar esa sustancia fría y gorda. ¡ Qué mortificada quedó Ella cuando preparó aves
sobre tostadas y olvidó retirarlas ! Palomas a la cazuela..., ¡eso mismo ! Lo hicimos en
nuestra última lección, pero las chicas están todas enloquecidas con la pasta de harina,
así que no se les ocurrirá preparar palomas. ¿Por qué no se me habrá ocurrido
enseguida? Porque las hay en casa y hoy no harán falta, dado que mamá está ausente...
Y ya preparadas.