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-Ahora debemos comer nuestras palomas, ya que no tenemos nada más y es
contrario a los reglamentos traer algo comprado en los almacenes. Propongo que cada
una pase su plato, así todas podremos criticarlo y obtener algún bien de esta merienda
tan cómica.
El plan de Augusta fue llevado a cabo, y como todas estaban hambrientas por el esfuerzo
desacostumbrado, las muchachas cayeron sobre las desdichadas aves como
seres famélicos. El primero estuvo muy bien; pero cuando pasaron otra vez los platos,
cada probadora lo observó con ansiedad, pues ninguno era muy bueno; no se podía
recurrir a ninguna otra cosa, y todos sabemos que la variedad es el condimento de la
vida.
.-¡Ay, si tuviera una tajada de pan! -suspiró una damisela.
-¿Cómo no se nos ocurrió? -agregó otra.
-Yo lo pensé, pero siempre tenemos tantas tortas, que creí que sería una tontería
traer pan -exclamó Augusta, algo mortificada por su olvido.
-Suponía tener que probar seis tortas, y no se come pan con pastelería.
Al decir esto, Edith recordó súbitamente los bizcochos de Patty, abandonados en la
mesa lateral por su modesta cocinera, puesto que, al parecer, no quedaba lugar para
ellos.
Regocijándose ahora por el plato antes despreciado, Edith corrió en su busca, y al
ponerlo sobre la mesa anunció
-La contribución de mi prima... Como llegó tarde, no tuvimos tiempo para otra
cosa. Por eso me tomé la libertad de traerla a ella y sus bizcochos...
Un murmullo de bienvenida recibió al tan deseado agregado al festín, que sin él
habría sido un decidido fracaso, y la bonita bandeja dio la vuelta a la mesa, hasta que
no quedó en ella otra cosa que las rosas pintadas. Con tal ayuda se comieron las
mejores palomas a la cazuela, mientras tenía lugar una animada discusión relativa a lo
que harían la próxima vez.
-Anunciemos todas nuestro plato, y no lo cambiemos... Jamás aprenderemos si no
nos atenemos a una cosa hasta hacerla bien.