Los Muchachos de Jo (Louisa May Alcott) Libros Clásicos

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Por eso lo he
dejado todo, y he corrido a participar a ustedes mi buena suerte antes de fijar mi residencia en algún sitio; aunque, por otra parte, temía presentarme a usted para que no me dijera que ahora me parezco mucho más a un búfalo salvaje que antes -dijo el joven llevándose la mano a su negra y desordenada barba.
-¡Pero si a mí me gusta ese aspecto de bandolero que tienes!, a mí me entretienen mucho esos libros que relatan las hazañas de los bandoleros. Mary se asustó al verte, y Josie no te va a conocer, pero Teddy conocerá al momento a su querido Dan. No tardarán mucho en llegar, pero mientras cuéntame algo de tu vida. Dos años, ¡dos!, hace que te marchaste de aquí. Y qué tal, ¿te ha ido bien?
-¡De primera, señora, de primera! Yo no hago caso del dinero, ya lo sabe usted. Con tal de tener para tirar adelante, me basta. Además, ya me conoce usted y sabe que no puedo estar tranquilo mucho tiempo en un punto; y sabe Dios dónde irán a dar mis huesos -dijo Dan, dando a entender que le estorbaba la poca fortuna que había hecho.
-Sin embargo, Dan, el dinero es necesario; lo necesitas para cuando te cases y te establezcas, porque toda la vida no puedes andar así.
Dan sacudió la cabeza y miró a su alrededor, como si se encontrase ya allí muy apretado y buscase con la vista la puerta para escapar al campo.
-Pero ¿qué mujer se iba a atrever a casarse conmigo? Yo, que no descanso en ninguna parte, que me gusta la libertad, que me asfixiaría dentro de la casa.
-Ah, hijo mío; luego que pasa el tiempo se va aplacando uno. Mira, cuando yo era muchacha era lo mismo que tú y no soñaba más que con casarme con un hombre aventurero como tú. Las mujeres gustamos de las cosas extraordinarias y atrevidas, de lo romántico y valeroso; todas esas cosas tienen gran atracción para la mujer.
-¿Qué diría usted si le presentara un día una india de las tribus más terribles de este país? ­preguntó Dan, volviendo la vista para fijarla en el busto de mármol de Galatea que estaba ins­talado en uno de los ángulos de la habitación.
-Pues recibirla bien, si era buena. ¿Hay algo de ese género en perspectiva? -Y tía Jo lo miró con el interés con que todas las literatas miran los asuntos de amor.

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