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-Desde ahora te digo que en una hacienda no sabrías estarte; acostumbrado como estas a recorrer
el mundo, te parecerá aquello triste y hasta estúpido -dijo Josie, que prefería con mucho el romance y la aventura a la vida tranquila del labrador.
-¿Hay algo allí que se relaciona con el arte? -preguntó Bess, pensando que de Dan se podría sacar un buen dibujo en blanco y negro, si se mantuviera un rato a la luz.
-La espléndida y hermosa naturaleza, hija mía. Allí encontrarás animales preciosos que modelar, soberbios paisajes que pintar, como nunca los viste en Europa; qué más te diré ... ; hasta las prosaicas calabazas son allí de un tamaño colosal -dijo el señor Laurie, deseoso de que no se enfriara la cosa y se fuera adelante con el proyecto.
-Esa nueva ciudad me servirá de práctica -dijo Nan, ansiosa siempre de nuevas empresas -; hoy las poblaciones crecen en poco tiempo, y para cuando se edifique la ciudad ya habré yo terminado.
-Sí, pero Dan no admitirá en esa ciudad a ninguna mujer que no haya cumplido los cuarenta años. A las jóvenes, y sobre todo a las guapas, no las recibirá -dijo Tom, que hacía rato que se mordía los labios de rabia, porque veía en los ojos de Nan la admiración que ésta sentía por Dan.
-No, eso no reza conmigo; los médicos son siempre una excepción a toda regla. No habrá muchos enfermos porque la vida del campo no se presta para eso, pero como los habitantes se dedicarán a ejercicios peligrosos, como la caza de las bestias salvajes, y tendrán también continuas escaramuzas con los indios, no faltarán huesos rotos que componer, y eso es precisamente lo que a mí más me gusta: la cirugía, que entusiasma mucho más que la clínica.
-Cuento contigo, doctora, y mandaré por ti tan pronto como tenga un techo que pueda cobijarte. Despellejaremos a unos cuantos pieles rojas y derrengaremos a una docena de muchachos en nuestras primeras correrías; para que vayas teniendo en qué entretenerte - dijo Dan riéndose al ver la firmeza y energía de Nan, cuya conspicua figura sobresalía de entre las demás muchachas.
-Gracias, acepto tu ofrecimiento. ¿Me permites ahora que te toque un brazo? ¡Estos sí que son bíceps! Muchachos, mirad aquí: esto es a lo que yo llamo músculos. -Y Nan se puso a explicar con pocas palabras el brazo de Dan.