Los Muchachos de Jo (Louisa May Alcott) Libros Clásicos

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Aquí tienes a Otelo contando sus aventuras a Desdémona.
Por una de las ventanas se veía un grupo muy pintoresco de tres personas. El señor March, sentado en una butaca, y Bess, a sus pies, sentada en un almohadón, escuchando a Dan, que, apoyado en una columna, hablaba con animación desacostumbrada. El anciano estaba en la sombra, pero a la pequeña Desdémona le daba la luna de plano en la cara, que la tenía levantada para escuchar mejor la historia que tan bien estaba relatando Otelo. 1.a manta o poncho de alegres colores que Dan llevaba tirada a la espalda, el tinte moreno de su cara v el accionar de su brazo, hacían que resultase un cuadro verdaderamente interesante.
-Me alegro de que se marche. Es demasiado pintoresco para vivir aquí, entre tantas chicas románticas; no, no, sería peligroso; que se marche cuanto antes. -¡Qué ha de ser peligroso! Dan es un poco rústico, pero va adelantando en cultura de día en día, y llegará a ser una gran cosa. ¡Mira qué hermosa está la princesita con la luz suave de la luna que le da de frente!
-Ella está siempre bien. -Y tía Jo siguió orgullosa y entusiasmada. Después de algún tiempo volvería a recordar aquella escena y sus proféticas palabras.
El cuadro que vino después hizo reír mucho al señor Saurio: "El caballero herido", y señaló a Tom, que se había rodeado la cabeza con un gran pañuelo para evitar que trascendiera el olor del cosmético que le habían puesto en la peluquería, y Nan, cerca, amenazándole con pegarle con un junquillo que tenía en la ruana, si insistía en acercarse a ella.
-¿Te he hecho mucho daño? -le preguntó ella una de las veces que le había dado con el junquillo. -Ni pizca; no lo he sentido siquiera - contestó Tom, rascándose en la parte dolorida.
-No, si no es más que para alejarte un poquito de mí.
-Pobre Tom; ¡qué negra es su estrella! ¡Está perdiendo el tiempo miserablemente! Oye, Jo, ¿por qué no lo desengañas tú?
-Pero si se lo he dicho, Saurio, no una vez, sino cincuenta veces; pero (ese babieca está tan enamorado, que cree que se lo digo en broma. Dejemos esto ahora; estos cuadros los tendré yo muy presentes, y algún día les daré más vida -terminó diciendo tía Jo.
La mesa estaba ya preparada, y todos fueron ocupando los puestos que se les había señalado.

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