Las Mujercitas se casan (Louisa May Alcott) Libros Clásicos

Página 5 de 229

Es cierto que el hall era tan angosto que no dejaba de ser una suerte que no tuviesen piano, ya que nunca hubiese entrado allí uno entero; el comedor, tan chico que apenas cabían seis personas, y las escaleras de la cocina parecían hechas a propósito para precipitar a los sirvientes y la vajilla en montón hasta la carbonera. Una vez salvados estos inconvenientes, nada podía ser más completo que aquella casita, pues el buen sentido y el gusto habían regido en la elección de los muebles y enseres y el resultado era altamente satisfactorio. En la salita no había ni mesas de tapa de mármol, ni largos espejos, ni cortinas de encaje, sino muebles sencillos, muchos libros y uno que otro buen cuadro, un arriate de flores en la ventana, y desparramados por todas partes los bonitos regalos enviados por manos amigas.
No creo que la estatua de mármol de Paros -regalo de Laurie-perdiese un átomo de su belleza porque Juan hubiese hecho una repisa para colocarla, ni que tapicero alguno pudiese haber arreglado con más gracia las simples cortinas de muselina que la mano artística de Amy. Y doy mi palabra de honor que ninguna cocina pudo estar más cómoda y prolija que la que Ana arregló cambiando cada cacerola de sitio veinte veces y aun preparando el fuego para que lo encendiese "la señora de Brooke" al minuto de entrar en su casa. También dudo que ninguna señora joven comenzase su vida de casada con una provisión tan rica de repasadores, plumeros, agarraderas y bolsas de retazos, pues Beth le hizo tantos a Meg como para durarle hasta las bodas de plata.
La gente que manda hacer o compra todas estas cosas no sabe lo que se pierde, pues las tareas más humildes parecen hermosas si se hacen con mano cariñosa, y Meg encontró una amplia prueba de ello, pues todas las cosas de su nidito, desde el palote de la cocina hasta el florero de plata de la mesa de la sala, eran testimonios elocuentes de amor al hogar y de tierna providencia.
¡Cómo se divirtieron haciendo proyectos! ... ¡Y qué solemnes excursiones de compras! ... ¡qué errores tan divertidos cometieron y qué carcajadas ruidosas festejaban los ridículos "descubrimientos" de Laurie! ... En su afición a las bromas, ese caballerito, aunque ya a punto de salir de la universidad, era tan niño como antes.

Página 5 de 229
 

Paginas:
Grupo de Paginas:             

Compartir:




Diccionario: