Página 23 de 229
La definición de Amy de la idea que tenía Jo de la independencia fue tan buena que las dos soltaron la risa y la discusión tomó un cariz muy amable. Aunque contra su voluntad, Jo consintió por fin en sacrificar un día a la "sociedad" y ayudar a su hermana en lo que ella consideraba como una soberana necedad.
Fueron enviadas las invitaciones, y casi todas aceptadas, señalándose el lunes siguiente para el gran acontecimiento. Ana estaba de mal humor porque su trabajo de la semana iba a ser alterado y profetizó que "si el lavado y el planchado no se hacían como siempre, nada de lo demás iba a andar bien". Este tropiezo en el resorte principal de la economía doméstica tuvo mal efecto sobre todo el proyecto, pero el lema de Amy era nil desperandum, y como se había decidido respecto de lo que iba a hacer, avanzó con el plan a pesar de todos los obstáculos. Para empezar, la comida no le salió bien a Ana: el poyo resultó duro, la lengua demasiado salada y el chocolate no quiso hacer la espuma debida. Después, la torta y los helados costaron más de lo calculado, lo mismo que la camioneta. Y otros gastos, insignificantes cuando todo comenzó, subían ahora en forma alarmante. Beth tomó frío y tuvo que meterse en cama. Meg recibió una cantidad desusada de visitas que la retuvieron en su casa. En cuanto a Jo, se encontraba en estado de ánimo tan inestable que no acababa de romper cosas y pasarle accidentes que ya iban siendo demasiado numerosos, serios y enojosos.
"De no haber sido por mamá, nunca hubiera podido terminar las cosas", declaraba Amy mucho tiempo después, con gratitud, cuando ya todo el mundo habla olvidado "el mejor chiste de la temporada".
Si el lunes no amanecía con tiempo bueno las señoritas irían el martes, arreglo que aumentó al colmo la irritación de Jo y de Ana. El lunes por la mañana el tiempo estaba en ese estado indeciso que exaspera mucho más que una lluvia torrencial. Por momentos garuaba, salía el sol, soplaba viento y no se decidió hasta que fue demasiado tarde para que nadie más lo hiciese.
Amy se levantó al alba, apurando a todo el mundo a que saliesen de la cama y se desayunaran para poder arreglar la casa. La sala le hizo la impresión de estar especialmente raída ese día, pero sin detenerse a suspirar por cosas que no tenía cubrió todo con habilidad, colocando las sillas en las partes más gastadas de la alfombra, cubriendo las manchas de la pared con cuadritos enmarcados de hiedra y llenando los rincones vacíos con estatuaria casera que dio a la habitación un aspecto muy antístico, igual que los hermosos jarrones llenos de flores que Jo desparramó por todos lados.