Las Mujercitas se casan (Louisa May Alcott) Libros Clásicos

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-Cuando usted desee, señora, dejaré inmediatamente mi puesto aquí, y si usted quiere atenderé el de las flores.
-Puedes llevar tus cosas si lo desea y ponerlas en tu quiosco -le dijo entonces May, cuya conciencia le remordió algo al mirar los pequeños atriles tan bonitos con los dibujos a pluma de Amy, las conchillas pintadas y las delicadas iluminaciones que la joven había hecho con sumo cuidado y arreglado con tanta gracia. La intención de May era buena, pero Amy la interpretó mal y le contestó, rápida:
-Por cierto, si es que te incomodan... -Y arrastrando con todas sus pertenencias, que llevó en su delantal en informe montón, se retiró con la idea de que tanto ella como su arte habían sido insultados fuera de toda posibilidad de perdón.
-¡Bueno! ¡Ahora se nos enojó! Ojalá no te hubiese pedido que hablases, mamá -dijo May desconsolada al mirar los espacios vacíos de su "stand".
-Las peleas entre chicas pronto pasan -replicó su madre, sintiendo, con mucha razón,

vergüenza por la parte que había desempeñado en ésta.
Las pequeñas recibieron encantadas a Amy con sus tesoros, y esa bienvenida cordial calmó bastante su espíritu alterado e inmediatamente se puso a trabajar, decidida a triunfar en la floral, ya que no había podido en lo artístico. Pero todo parecía ponerse en su contra: era tarde y ya estaba cansada. .. todo el mundo se hallaba demasiado ocupado con sus propios problemas para ayudarla y las chiquillas eran más bien estorbos que ayuda, porque charlaban como cotorras y hacían una alharaca increíble causando la más terrible confusión con sus esfuerzos inocentes por tener todo en orden perfecto. El arco de siempreverdes no quería mantenerse firme y se tambaleaba amenazando desplomarse sobre su cabeza en cuanto se llenasen las canastas colgantes; su mejor teja pintada sufrió una salpicadura de agua que dejó una mancha color sepia en la mejilla de Cupido; martillando se lastimó las manos y tomó frío trabajando en una corriente de aire, lo cual la llenó de temores para el día siguiente. Cualquier muchacha que haya sufrido inconvenientes parecidos va a sentir junto con Amy y le deseará buena suerte para terminar con bien su tarea.
En la casa produjo gran indignación el relato que hizo Amy esa noche de lo sucedido. Su madre lo consideró una vergüenza, pero también opinó que Amy había procedido muy bien.

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