Las Mujercitas se casan (Louisa May Alcott) Libros Clásicos

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Me pareció preciosa, pero hubiera disfrutado más de haber conocido el mito, y no me animé a preguntar porque todo el mundo lo sabía (o fingía saberlo). ¡Cómo me gustaría que Jo me lo contase bien! Yo debía haber leído más... Me encuentro con que no sé nada de nada, y eso me mortifica bastante.
Ahora viene la parte seria, pues aquí fue donde sucedió. Fred se ha marchado. Tan amable y alegre había estado todo el tiempo de nuestro viaje que todos le tomamos mucho cariño, pero por lo que a mí toca, nunca pensé en otra cosa sino en un excelente compañero de viaje... Todo eso hasta la noche de la serenata... Desde entonces me ha empezado a parecer que los paseos en las noches de luna, las charlas en el balcón y las diarias aventuras iban siendo para él algo más que pura diversión. Te aseguro, mamá, que no he coqueteado con él, y he tenido presente lo que siempre me aconsejas. Yo no me propongo gustar, y aunque Jo diga que no tengo corazón me preocupa mucho si no puedo retribuir lo que ellos sienten, pero he decidido que cuando Fred me pida en matrimonio lo voy a aceptar, aunque no estoy loca por él, sino que simplemente me gusta, y creo que nos llevaremos muy bien y estaremos muy cómodos juntos. Es buen mozo, joven, bastante inteligente y muy rico -muchísimo más rico que los Laurence-, y no creo que su familia se opusiera. Por mi parte, sería muy feliz, pues son todos amables y buenos, bien educados y parecen tenerme simpatía. No sacudas la cabeza, mamacita, pero creo que Fred, como el mayor de los mellizos, heredaría los bienes. ¡Y qué esplendidez de bienes! Una casa en la ciudad en un barrio elegante; no una casa ostentosa como son las grandes casas nuestras, sino mucho más cómodas y llenas de muebles de un lujo sólido como los que gustan a los ingleses y a mí también, pues es todo auténtico: he visto la platería, las joyas de familia, los sirvientes, todos viejos en la casa, y he visto también figuras de la casa de campo con su gran casa y parque, tierras magníficas y caballos hermosos. ¡Sería todo lo que se puede ambicionar! Y prefiero tener eso a los títulos que muchas jóvenes arrebatan con tanta avidez para encontrarse luego con que no hay nada detrás de la bambolla.

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