Las Mujercitas se casan (Louisa May Alcott) Libros Clásicos

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-¿Le has preguntado algo?
-Lo he intentado una o dos veces, pero ella o elude mis preguntas o pone una cara tan angustiada que tengo que desistir. Nunca me gustó obtener por fuerza la confianza de mis hijas y es raro que la tenga que esperar mucho tiempo.
La señora March miraba a Jo mientras hablaba, pero la cara que tenía enfrente parecía no tener conciencia de ninguna otra inquietud que la relativa a Beth, y después de coser un minuto eh silencio Jo dijo:
-Creo que Beth está creciendo y por eso comienza a tener sueños, esperanzas y temores, sin poder explicarlos. No te olvides, mamá, que Beth ya tiene dieciocho años, pero no nos damos cuenta y la seguimos tratando como a una nena, cuando ya va siendo mujer.
-Así es, querida. ¡Dios mío, cómo crecéis! -respondió la madre con un suspiro.
-Es inevitable, mamita, así que debes resignarte a que tus pajaritos salten fuera del nido, uno por uno. Por mi parte, prometo no saltar nunca demasiado lejos, si eso te conforma algo.
-Me consuela mucho, Jo. Cuando tú estás en casa siempre me siento fuerte, ahora que Meg se ha ido. Beth es demasiado débil y Amy bastante joven como para contar con ellas. Pero cuando hay que luchar, ahí estás tú, siempre dispuesta.
-Ya sabes que no me importa demasiado hacer trabajos fuertes, y siempre tiene que haber por lo menos una fregona en cada familia. Amy es espléndida para las grandes cosas, pero yo estoy en mi elemento cuando hay que levantar las alfombras o cuando la mitad de la familia cae enferma al mismo tiempo. Mientras Amy se distingue en el extranjero, yo estoy aquí para todo lo que se presente.
-Dejo a Beth en tus manos entonces, pues a su Jo le va a abrir el tierno corazón antes que a ningún otro. Sé muy suave y no le dejes sospechar que la estamos observando o hablando de ella. Si se pusiese de nuevo fuerte, sana y alegre otra vez, no pediría de la vida ninguna otra cosa...
-¡Tienes suerte! Yo tengo montones más de cosas que desear.
-¿Qué son, mi querida?
-Primero resolveré los conflictos de Beth y luego te diré los míos. No son de los que desaparecen, de manera que pueden esperar.
Aunque aparentemente ocupada de sus propios asuntos, Jo comenzó a observar a Beth, y después de muchas conjeturas contradictorias se resolvió finalmente por una que parecía explicar el cambio operado en ella.

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