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las cuales no hicieron más que confirmar sus sospechas.
Aunque Laurie flirteaba con Amy y bromeaba con Jo, s» modo para con Beth había sido siempre especialmente suave y bondadoso... Por otra parte, todo el mundo era así con Beth, por eso a nadie se le ocurría pensar que quería más a Beth que la demás gente. En realidad, se había generalizado últimamente en la familia la impresión de que "nuestro muchacho" se aficionaba más y más a Jo, quien, sin embargo, no quería oír una palabra a ese respecto, y se ponía violenta si alguien se animaba a sugerirlo. Si hubiesen sabido de los pequeños episodios tiernos del año pasado que ella había tenido que cortar en su comienzo hubiesen tenido la inmensa satisfacción de decirle: "¡Te lo dijimos!" Pero Jo detestaba los galanteos y no se los permitía, teniendo siempre un chiste a flor de labios, o una risa franca en cualquier caso de peligro inminente.
Cuando Laurie entró en la universidad se enamoraba alrededor de una vez por mes; pero estas pasiones eran tan ardientes como breves y no hacían ningún daño, divirtiendo mucho a Jo, que se tomaba gran interés por las alternativas de esperanza, desesperación y resignación que él le confiaba durante sus conferencias semanales. Pero llegó una época en que Laurie dejó de adorar ante muchos altares diferentes, hizo oscuras insinuaciones a una pasión única y arrobadora y se sumergió de cuando en cuando en ataques de melancolía byroniana. Luego, evitaba por completo el tema del amor, escribía a Jo cartas filosóficas, se volvió estudioso y hacía saber a todo el mundo que se haría "tragalibros", con intención de recibirse con todos los honores. Esto cuadraba mucho más a la muchacha que las conferencias a la luz del crepúsculo o las suaves presiones de la mago y las miradas elocuentes, porque en el caso de Jo´ el cerebro se desarrolló antes que el corazón y prefería los personajes imaginarios que los reales, porque a aquéllos podía suprimirlos cuando se cansaba de ellos. En cambio los últimos eran mucho más difíciles de manejar.
Las cosas estaban así al hacer Jo aquel gran descubrimiento, y esa noche, cuando vino el muchacho a visitarlas, como siempre, Jo lo observó como no lo había hecho antes. De no habérsele metido aquella idea nueva en la cabeza no hubiese visto nada desusado en el hecho de que Beth estuviese muy calladita y Laurie fuese muy amable con ella.