Página 138 de 229
Fue muy natural que Laurie se pusiese a estudiar a Amy desde este nuevo punto de vista y, antes de promediar la velada, aquel juez improvisado había decidido que "la pequeña Amy llegaría a ser una mujer encantadora".
La escena se puso muy animada porque pronto se posesionó de todos el espíritu sociable de la fecha y la alegría típica de la Navidad hizo brillar todos los rostros, alegró todos los corazones y aligeró todos los pies. Los músicos frotaban las cuerdas, soplaban o percutían sus instrumentos como si se divirtiesen con ello; bailaba todo el que sabía y los que no sabían admiraban a sus vecinos con inusitado calor. El aureolado secretario se lanzaba de salón en salón como un meteoro, con una elegante francesa. El Serenísimo Teutón encontró la mesa del "buffet" y se comió pacientemente todo el menú, causando asombro entre los mozos por los estragos que hacía. Pero el que se cubrió de gloria fue el amigo del emperador, porque bailaba de todo, lo supiese o no, improvisando piruetas cuando no conocía las figuras. El entusiasmo infantil de ese hombre grueso era encantador, pues bailaba como una pelota de goma: corría, volaba, hacía cabriolas, la cara le irradiaba alegría, la calva le brillaba, las colas de su frac se agitaban, sus zapatos de charol centelleaban. Y cuando paraba la música, el hombre se secaba la frente sudorosa y empezaba a repartir sonrisas como un Pickwick francés sin anteojos.
Amy y su polaco se lucieron con igual entusiasmo pero mayor habilidad y gracia, Laurie se encontró de pronto marcando involuntariamente el compás con el rítmico ascenso y descenso de los escarpines de raso blanco que pasaban volando por su lado tan incansablemente como si hubiesen tenido alas. Cuando el pequeño Vladimir la dejó por fin en libertad con seguridades de que "estaba desolado de marcharse tan temprano", Amy estaba dispuesta a descargar y ver cómo soportaba el castigo su caballero remiso.
Podemos asegurar que la penitencia había tenido éxito, pues a los veintitrés años los afectos no correspondidos encuentran bálsamo en la sociedad de amigos y se estremecen los nervios jóvenes, baila la sangre y se levantan los espíritus deprimidos cuando se los somete al encanto de la belleza, la luz, la música y el movimiento. Al incorporarse para darle el asiento Laurie estaba bien despabilado, y cuando se fue al "buffet", a buscarle algo de comer, la muchacha se dijo con sonrisa satisfecha: -¡Ya me parecía que mi castigo le haría bien!