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Los turbulentos, los impacientes, los radicales, toman asiento arriba, en los bancos más altos, en la "montaña", que casi tocan con sus últimas filas las galerías, como para indicar simbólicamente que a su espalda tienen a la masa, al pueblo, al proletariado.
Estas dos potencias sostienen la balanza. Entre ellas se tambalea, en flujo y reflujo, la revolución. Para los ciudadanos, para los moderados, es ya perfecta la República con la Constitución conquistada, con la aniquilación del Rey y de la nobleza, con el traspaso de los derechos al Tercer Estado; ahora quisieran más bien poner diques y retener la marea removida desde el fondo, retener lo seguro. Condorcet, Roland, los girondinos son los cabecillas, representantes del clero y de la clase media. Pero los de la "montaña" quieren seguir empujando la ola hasta que arrastre todo lo que permanece de otros tiempos, todo lo anticuado; quieren a Marat, a Danton y a Robespierre como jefes del proletariado, "la révolution intégrale" radical hasta el ateísmo y el comunismo. Después del Rey quieren echar por tierra a las demás potencias viejas del Estado: dinero y Dios. Inquieta, la balanza oscila entre los dos partidos. Si vencen los girondinos, los moderados, la revolución se debilitará poco a poco con una reacción primero liberal y luego conservadora. Si vencen los radicales, navegarán por las profundidades y los torbellinos de la anarquía. Por eso la solemne armonía de las primeras horas no engaña a ninguno de los presentes en el salón predestinado: cada uno sabe que aquí comenzará pronto una lucha de vida
o muerte, por el espíritu y por el Poder. Y el lugar donde se sienta un diputado, abajo, en el llano, o arriba, en la montaña, indica ya de antemano su decisión.
Con los setecientos cincuenta que entran solemnemente en el salón del Rey destronado entra también, silencioso, con la banda tricolor de representante del pueblo cruzada sobre el pecho, Joseph Fouché, el diputado de Nantes. Desaparecida la tonsura y olvidado ya el traje de sacerdote, como todos los demás, usa sencilla ropa de ciudadano.
¿Cónde se sentará Joseph Fouché: entre los radicales de la "montaña", o entre los moderados del "llano"? Joseph Fouché no vacila durante mucho tiempo. No conoce más que un partido, al que es leal y al que permanecerá fiel hasta el fin: al más fuerte, al de la mayoría. Así pesa y cuenta también esta vez interiormente los votos y ve que el Poder se inclina hacia el lado de los girondinos, los moderados.