Fouché (Stefan Zweig) (Stefan Zweig) Libros Clásicos

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Sabe que, en los momentos decisivos, hay situaciones que un diplomático domina más sabiamente, eludiéndolas. Es por eso que prefiere ausentarse del ruedo de la Convención durante la lucha y no volver a pisarlo hasta que se haya pronunciado el veredicto. Para justificar su retirada y poder fundamentarla, tiene la suerte de que se le presente oportunamente una excusa honorable: la Convención elige doscientos delegados de su seno para que mantengan el orden en las provincias. Fouché, que no se encuentra cómodo en la atmósfera volcánica del salón de sesiones, hace todo lo posible para ser uno de los enviados y consigue ser elegido. Se le concede así una tregua. Puede tomar aliento. ¡Que luchen mientras tanto unos con otros, que se aniquilen entre sí haciendo lugar, haciendo sitio, con su apasionamiento, para él, soberbio y ambicioso! ¡Pero ahora, alejarse, evadirse, no tomar partido entre los partidos! Unos meses, unas semanas son mucho en aquellos tiempos en que el reloj del universo corre frenéticamente. Cuando llegue el momento de volver, la suerte estará echada, y entonces podrá situarse tranquilamente y sin peligro al lado del vencedor, en su partido de siempre: el de la mayoría.
Se ha estudiado poco la historia provincial de la revolución francesa. Todas las descripciones concentran su atención en la esfera del reloj de París, donde sólo es visible el signo de la hora. Pero el péndulo que regulariza su marcha sostiene su eje en el país y en el ejército. París no es más que la palabra, la iniciativa, el motor; pero el país inmenso es la acción, la fuerza decisiva y continua.
Pronto reconoce la Convención que el "tempo" revolucionario de la capital y el del país no coinciden. Los lugareños, los habitantes de las aldeas y de las montañas no piensan con la misma rapidez que la gente de la capital. Absorben más despacio y con más cuidado las ideas y se apropian de ellas a su manera. Lo que en la Convención se convierte en ley en una hora, se filtra lentamente, gota a gota, por el país, y casi siempre adulterado y diluido por la realista burocracia provincial, por el clero, por los hombres del antiguo régimen. Por eso hay siempre una hora de atraso en las regiones respecto de París. Si gobiernan en la Convención los girondinos, la provincia todavía elige realistas; cuando los jacobinos triunfan, empieza el acercamiento espiritual de la provincia a la Gironde.

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