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El pueblo es únicamente la totalidad de los ciudadanos franceses, y sobre todo esa clase social infinita de los proletarios que defienden las fronteras de nuestra patria y sustentan a la sociedad con su trabajo. La revolución sería un absurdo político y moral si no se ocupara más del bienestar de unos cuantos cientos de individuos y dejara perdurar la miseria de veinticuatro millones de seres. Por eso, sería un engaño insultante para la humanidad pretender hablar siempre en nombre de la igualdad, mientras separan aún a los hombres desigualdades tan tremendas en el bienestar". Después de estas palabras introductivas desarrolla Fouché su teoría preferida: que el rico, "mauvais riche", no será nunca un verdadero revolucionario, nunca un republicano leal; que toda revolución, nada más que burguesa, que deje persistir las diferencias de bienes, tendría que volver a degenerar inevitablemente en una nueva tiranía, "porque los ricos se tendrían siempre por otra clase de seres". Por eso exige Fouché del pueblo la energía más extremada y completa, la revolución "intégrale". "No os engañéis: para ser un verdadero republicano, tiene que sufrir cada ciudadano en sí mismo una revolución parecida a la que ha cambiado la faz de Francia. No puede quedar nada en común entre los vasallos de los tiranos y los habitantes de un país libre. Por eso tienen que ser completamente nuevas, todas sus obras, sus sentimientos y sus costumbres. Estáis oprimidos y debéis aniquilar a vuestros opresores; habéis sido esclavos de la superstición eclesiástica, y no debéis tener otro culto que el de la Libertad... Todo el que permanece al margen de este entusiasmo, que conoce alegrías y tribulaciones ajenas a la felicidad del pueblo, abre su alma a intereses fríos, calcula lo que rentará su honor, su posición y su talento, y se aparta así por un momento del bien general; todo aquél cuya sangre no arde vindicadora ante la opresión y la opulencia; todo aquél que tenga una lágrima de compasión para un enemigo del pueblo, y aquel no guarda toda la fuerza de su sentimiento para los mártires de la Libertad, todos esos mienten si se atreven a llamarse republicanos. Que abandonen el país, si no quieren que se les desenmascare y que su sangre impura riegue el suelo de la Libertad. La República no quiere en su seno más que seres libres, está dispuesta a aniquilar a los demás, y no reconoce como hijos, sino a los que quieren vivir, luchar y morir por ella.